Sir Jorah volvió con un hombre con capa y cadenas. Se parecía mucho al maestre Luwin.
El hombre me miró largamente, primero abrió los ojos como platos y se cubrió la boca. Luego con un gesto llamó a otros dos que lo imitaron.
Yo me sentía incomoda ante la observación ¿Y si al final de todo era una bastarda y no una reina?
Susurraban entre sí, luego, para mi sorpresa y de todos los presentes se arrodillaron ante mi. Me levanté enseguida, no podía aceptar tales cosas.
-No es necesario...
-Mi reina, el padre de mi padre ha servido a su familia por años, permitame serviros cuando usted retorne al trono de hielo.
-¿Como es su nombre?
-Wertos, mi reina.
-Levantate, Wertos y sientate por favor. Dile a tus compañeros que hagan lo mismo.
Los ancianos me hicieron caso.
-Esta muy lejos de su trono de hielo, mi reina.
-Aquí es donde todos me han guiado.
Los tres de nuevo abrieron los ojos como platos.
-¡Su familia nació aquí! Pero nunca reino en estas tierras. Su familia reinó del otro lado del mar, mas allá del muro.
-¿Que? - Pregunté atónita.
-Su lema lo dice todo mi señora. Hielo que quema, hielo de la muerte. Su familia se apoderó del invierno, y de sus habitantes. Cuando el gran Tytus Iceller marchó a Desembarco del Rey a rendir honor al nuevo rey, lo hizo con miles de muertos congelados y dragones blancos. El invierno lo siguió, los Iceller lo controlan.
-Caminante blancos - Susurré, mas confundida que antes.
Los maestros se miraron entre sí.
-¿Donde ha sido criada?
-En la casa Stark, al norte.
-Disculpe mi reina, pero me temo que usted no es consciente de lo que corre por su sangre.
-¿Que es?
El maestre Wartos se acercó a mi y me miró con sus ojos ancianos y llenos de sabiduría.
-Antes no existia la guardia de la noche porque el reinado Iceller cibtrolaba todo aquello que estaba mas allá del muro. Recuerdo como los muertos congelados se arrodillaban ante Tytus y su hermana... Usted controla el viento, el agua, puedo percibirlo. La hermana del gran Tytus podía mover ríos enteros con tan solo pensarlo, cambiar la dirección del viento con un solo movimiento de manos.
Todo aquello me parecía inverosímil, poco real. ¿Era una especie de bruja que podía controlar a los caminantes blancos? Si eso era verdad, Jon me mataría, o yo podría salvarlo de lo que se venía. ¿Si viajaba a mas allá del muro los salvajes y el rey mas allá del muro me reconocerían? Entonces había viajado hacia las nueve ciudades libres en vano.
Recuerdo las palabras de maestre Luwin cuando me ayudó a escapar.
"Encuentrate en las nueve ciudades libres, tu lugar es junto a los Targaryen. Tú y ella son las únicas reina verdaderas" ¿el maestre Luwin quería que uniera fuerzas con Daenerys?
Tenía tantas preguntas con tan pocas respuestas.
-¿Como hago para controlar a los caminantes blancos?
-Usted puede controlar a los Otros con solo hablar. Ellos entienden las ordenes de su reina siempre.
Los muertos en vida podían convertir a otro ser humano en uno de ellos fácilmente.
Y si se refería a todo lo que hubiera mas allá del muro, podría estar hablando de miles de criaturas que amenazan a los siete reinos de forma constante, salvajes, wargs, gigantes, lobos huargos. Jon.
Un escalofrío me recorrió la espalda al imaginarme la cantidad de cosas con las que estaría Jon en contacto y a las que yo supuestamente podía controlar con tan solo pestañear.
-Entonces los Iceller fueron unos de los primeros hombres...
Al igual que los Stark.
-Son uno de los primeros hombres. Gracias a ustedes los demás pudieron formar sus imperios.
Miré al maestre y a los demás. Había uno que estaba ciego. Sus ojos eran albinos y miraba a la nada, ¿Como había sabido él que realmente se trataba de una Iceller?
-¿Como sabe él quien soy?
Los otros dos lo miraron y el ciego sonrió.
-¿Como no saber que es una Iceller si el viento se altero y la nieve cesó con su llegada? ¿Es que acaso el dragón de la khaalesi se alteró porque encontró su mitad fría? ¿Como no saber que estoy al frente de la muchacha con ojos tan azules como el hielo y de cabello aún mas rojo que el fuego?
-¿Es usted brujo?
Rió y se llevó la mano a la barbilla. Pensativo.
-Con los ojos no es con lo único que se puede ver, mi reina.