Nicolkask salió de la tienda de Raeghara buscando a sir Martos. En cuanto lo encontrara le daría una golpiza que jamas se olvidaría.
Por su mirada, sabía que deseaba a su futura mujer. ¿Y quien no? Era joven, sus rasgos no eran comunes por esos lugares, por lo tanto la hacían exótica, eso sumado a su cuerpo de mujer joven y del color de su cabello y el de sus ojos.
Consideraba a Raeghara Iceller su perdición, lo había sabido cuando la vio de espaldas, cuando la conoció, y cuando lo miró a los ojos por primera vez, sintió que su alma caía, se sintió perdido por primera vez, y por una mujer.
Daario le había propuesto casarse con ella y de esta forma la tendrían controlada y no se convertía en una amenaza, la khaalesi no sabia nada de esto. Ella era tan buena, que dijo que la aceptaría bajo su protección, la trataba de hermana de otra sangre.
Pero ahora la quería para él, los pocos momentos que pudo tocar su piel, sintió que se desgraciaria como un adoslecente, solo le bastó escuchar jadear a Raeghara para casi perder el control, y cuando lo besó, estuvo a punto de tirarla sobre el piso y tomarla allí mismo.
Se iba a encargar de ser el primero y el único para ella, se encargaría de llenarla de riquezas y de darle hijos.
Era la primera vez que sentía algo así, algo que jamas le confesaría ni a su madre, que tanto amaba.
Explicaba todo lo que le sucedía, pensando en la niña lo había embrujado, que le había lanzado un conjuro, de otra forma, no se explicaba todo lo que le provocaba la maldita niña.
Caminó hasta donde estaban sus hombres comiendo en silencio, y ser acercó a Martos.
Lo tomó por el cuello y lo levantó.
-Me llego a enterar de que la has tocado y colgare tu cabeza en el altar cuando me case con ella. - Le dijo entre dientes.
Lo dejó caer y se fue en busca de satisfacción rápida con alguna prostituta de la tribu.
En cuanto penetraba la prostituta, se imaginaba que debajo de él yacía Raeghara, disfrutando de la intimidad que solo él podía brindarle.
