XXVIIII

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Todos los esclavos libres, los inmaculados, los segundos hijos y los hijls del fuego, mas los comandantes se reunieron a las afueras de Mereen. Se escuchaba un murmullo general, Dany, Daario, sir Barristan y Sir Jorah se ubicaban arriba cercanos a quien oficiaría la cemeremonia. Había dudas de como iba a ser, si como se casaban los Hijos del Fuego, o como lo hacían en Poniente.
Nicolkask Naharis lucía su mejor traje de batalla, el cabello por primera vez peinado, y por tradición bajo sus ojos había lineas, cada linea constituía un hombre muerto. Se decía que por cada hombre muerto, había mas posibilidades de tener muchos herederos. La sangre derramada por justicia los haría crecer fuertes y serian invencibles.
Todos se callaron y Nicolkask levantó la mirada.
Montada en el potro que él le había regalado se acercaba a él, acompañada del maestre Desmond.
El vestido azul claro se ceñía a su cuerpo, sus mangas caían sobre el cuello del animal, y los bordados dorados se perdían en el escote.
Llevaba el cabello recogido hacia atrás, muchas trenzas ocupaban la coronilla de su cabeza, pero algunos mechones caían sobre sus hombros. En sus párpados había tinta negra, por ende el azul resaltaba aún mas.
Sir Jorah y sir Barristan na ayudaron a desmontar, al igual que al maestre ciego, que una vez en el suelo, Raeghara lo tomó del brazo, y muy lentamente caminó hacia él, sus miradas siempre conectadas, hasta cuando se pusieron de frente para mirar al viejo sabio.
-Hoy se van a reunir dos grandes opuestos - Le gritó a todos - El invierno, desconocido para nosotros, y el verano.
>>Sus almas se entrelazarán hoy para siempre, incluso hasta luego de la muerte. ¡Que la guerra, la muerte, la enfermedad, la traición, no sean capaces de desatar estas almas nunca!
- ¡Que la guerra, la muerte, la enfermedad, la traición, no sean capaces de desatar estas almas nunca! - Repitieron todos, menos ella, que no tenia idea de como era la ceremonia.
El sacerdote tomó la espada de Nicolkask y la levantó al cielo con una mano, con la otra levantó un cáliz de madera lleno de perlas adheridas.
-¡Que esta espada, proteja al nuevo imperio y se bañe de sangre de los traidores, y que este cáliz tenga el vino que mojara los corazones de aquellos que pasaran su vida juntos!
De nuevo volvieron a repetir.
Ahora el sacerdote levantó un cuchillo y unas riendas para un caballo.
-¡Que este cuchillo se bañe de aquellos impuros que desean lo que no les pertenece y de aquellos que rompen juramentos! ¡Que estas riendas guíen al nuevo pueblo a la victoria y que conquiste el mundo entero!
Volvieron a repetir.
El viejo anciano pidió que ambos se pongan de frente. Raeghara torció las comisuras de los labios, en un intento de sonrisa, se notaba que estaba nerviosa.
El anciano le pidió la mano a Nicolkask y este se la entregó, siempre mirándola a ella, que desvío la vista cuando el sacerdote le cortó la palma de la mano y mojó el cuchillo en la sangre de él. Luego se la pidió a Raeghara, que dudó antes de entregar su mano.
El filo del cuchillo resbaló sobre su manó y la sangre empezó a aparecer, el anciano volvió a mojar el cuchillo y dejó caer una gota en donde ambas sangres estaban mezcladas dentro del cáliz de madera, luego lo lleno de vino.
Ambos se tuvieron que mostrar sus manos lastimadas, uno al otro y las unieron, uniendo así sus heridas y de nuevo su sangre. El anciano tomó el pedazo de cuerda de cuero y ató ambas manos.
El anciano le dio el cáliz a Nicolkask.
-Prometo amarte - Empezó a decir - Proteger, suerte fiel. Prometo cuidarte, y nunca decepcionarte. Si es necesario hacer que las montañas se muevan, que el río cambie de dirección, tapar el sol, hacer cantar a la luna o secar el mar Angosto, lo haré, no descansaré hasta hacerte feliz. Honraré a nuestro hijos dándole a los Hijos del Fuego - Todos los alucidos gritaron vitoreando - Cuando tengas frío, yo te daré mi capa. - Terminó.
-¡Que la sangre se derrame por los nuevos amantes! ¡Que la sangre se derrame por el fruto que vendrá!
Todos gritaban las frases que el anciano pronunciaba cads vez mas fuerte.
-¡Que la sangre se derrame por la espada del conquistador en camino! ¡Que los Siete dioses de mas allá del mar griten el nombre de Raeghara y Nicolkask! ¡Que todos los hombres sepan!
Repitieron gritando lo ultimo y el mutismo inundó todo. Ambos esposos ahora se miraban, la ceremonia estaba a punto de concluir.
Valar dohaeris!
-¡Valar dohaeris!
El sacerdote desató la cinta de cuero, Nicolkask tomó a Raeghara de la cintura y la levantó. Ella río y se apoyó en sus hombros.
La fue bajando lentamente, hasta que sus labios casi se tocaron.
- Avy jorrāelan. - Le susurró en alto valyrio.
Y la besó, triunfalmente.
Daenerys sonrió cuando Raeghara la miró.
-Que empiece el Juego de Tronos. - Dijo.

La ultima reina del hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora