Val
Empiezo a odiar los lunes. La expectativa de encontrarme con Sandra de un momento a otro hace que se me revuelva el estómago y me entren nauseas. Sí se le ocurre mirarme con esos ojillos de cordero degollado y repetir una vez más que encontrármela restregándose con otra no es lo que parece, juro que me pondré a gritar, o le vomitaré encima, lo que mi cuerpo requiera primero.
La humedad me llena los ojos y tengo que esforzarme para no echarme a llorar. ¿Será esta la única vez que lo ha hecho? ¿Habrá habido otras? Casi tres años de relación y de repente me da la sensación de que no la conozco en absoluto.
Las náuseas aumentan.
Aprieto el paso y dejo atrás las clases de segundo, gimiendo para mis adentros. Alguien me agarra por la espalda y me arrastra al interior del servicio de mujeres. Todo ocurre tan rápido que ni siquiera me da tiempo de oponer resistencia. Lo primero que aparece en mi mente es la cara de mi ex, pero tras varios parpadeos la imagen es sustituida por otra más desconcertante y, por qué no decirlo, también más atractiva.
¡La stripper!, chillo para mis adentros mientras que mi exterior se queda paralizado por la impresión. Frente a mí, con todo su cuerpo haciendo presión sobre el mío, sus manos apresando mis muñecas y sus caderas clavándose en la parte baja de mi cuerpo, está dedos mágicos o mejor dicho El Bombón. Y tengo que decir que sus caderas no es lo único que me está clavando, tiene una pierna entre las mías...
Su atuendo es menos formal que el del sábado: vaqueros desteñidos, una camiseta algo deshilachada y una chamarra de cuero marrón, pero huele igual de bien y en sus labios baila la misma sonrisa torcida y sexy que hace que mis nauseas se conviertan en excitación.
-Hola Val -murmura, con la voz ronca repleta de deseo.
Y es ese mismo deseo el que arrasa mis reflejos y me convierte en una chiquilla temblorosa. Ni siquiera hago amago de quitármela de encima. Las imágenes de nuestro encuentro se reproducen en mi mente con tal nitidez que se me escapa un pequeño y vergonzoso jadeo. Ella recoge el sonido con aparente satisfacción. Su sonrisa se ensancha y sus labios recortan parte de la distancia que los separa de los míos.
-He pensado mucho en ti.
Afloja la presión de mi muñeca izquierda y desliza el dedo índice por mi brazo, ascendiendo, hasta llegar a la curva de mi hombro. La piel se me eriza en respuesta.
Ella observa mi reacción sin decir una palabra. Tiene el labio inferior ligeramente más grueso que el superior un lunar minimo en la mejilla izquierda, asi como una marca en su barbilla que puedo ver mejor, el look de hoy le da un aspecto de chica mala, lo cual es probable que se acerque bastante a la realidad. Los ojos marrones rasgados, convierten su rostro en un festival para los sentidos, pero la trampa mortal de la que soy incapaz de apartar la mirada es su sonrisa.
La clase de sonrisa por la que cualquier chica cometería una locura, me digo, sabiendo que soy la mejor prueba de ello.
-Has pensado mucho en mí -repito, a medio camino entre una pregunta y una afirmación.
-Ni te imaginas.
«¡Reacciona, Val!», me grita la única parte de mí que aún no ha sucumbido al encanto desenfadado y arrollador del que hace gala. Una parte muy pequeña, he de decir.
Sin dejar de mirarla, interpongo la mano libre entre nuestros cuerpos y la apoyo contra su pecho. El retumbar de los latidos de su corazón, potente y acelerado, me distrae durante unos segundos y es cuando veo que estoy toqueteando sus senos.
Ella baja la vista, como esperando el empujón que la separaría de mí.
-Me gusta cuando me tocas -suelta al ver que no hago nada-. Es... más agradable de lo habitual.
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Hasta Aquí
RandomUn poco de todo, intensidad y romance. Al final, eres un cielo, un cielo lleno de estrellas, mi cielo, mis estrellas.