8 Esperaré

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Val

-¡Ey, Val! ¡Valentina! -Escucho que alguien me llama justo antes de atravesar la puerta del aula.

Me doy la vuelta despacio, muy poco a poco, conocedora de a quién pertenece dicha voz, y, cuando mis ojos tropiezan con la señorita dedos mágicos, mi cuerpo responde por sí solo a la provocación que representa su sonrisa. Se acerca a mí de forma tan apresurada que, al alcanzarme, su respiración es tan agitada como la mía. Solo que en mi caso no tiene nada que ver con el esfuerzo físico.

Durante unos segundos ninguna de las dos dice nada y el aire que nos rodeada parece volverse más denso. El silencio, aunque dura poco, nos envuelve y nos aísla del resto de alumnos que merodean por el pasillo a esa hora de la mañana.

-Necesito un favor -me dice, sin apartar la vista de mi rostro, y su sonrisa se amplía.

Estallo en carcajadas. No sé si se debe a los nervios, a la extraña tensión del momento o a que, para mi disgusto, no he podido dejar de pensar en sus malditos labios en los tres días que hace que no la veo. De alguna manera, el sabor de sus besos continua sobre mi lengua y el fuego de sus caricias no ha dejado de quemarme la piel desde nuestro fugaz encuentro. Está claro que la ruptura con Sandra debe de estar afectándome más de lo que pensaba para que tenga que buscar semejante distracción.

-No -replico, poniéndome repentinamente seria.

Sí, definitivamente, estoy perdiendo la cabeza o desarrollando alguna clase de trastorno bipolar. A saber qué querrá pedirme...

Ella pone los ojos en blanco y entrelaza su brazo con él mío, como si fuéramos dos viejas amigas.

-Es tu deber -señala, y, antes de que pueda reír de nuevo, añade-: Necesito que me ayudes a ponerme al día. Puede que me vaya a costar un poco más de lo que creía.

No sé lo que esperaba. Había olvidado por completo que, como adjunta de Sandra, una de mis tareas es dar apoyo a sus alumnos y que ya había accedido a facilitarle a Juliana las pautas y ejercicios necesarios para recuperar las sesiones que se ha perdido.

Suspiro, resignada.

-Dame tu dirección de email. Te enviaré lo necesario.

Sus cejas se arquean, aunque toda mi atención se centra en la forma en la que su brazo se enreda con el mío y todos los puntos en los que nuestras pieles están en contacto.

-Estaba pensando en algo más... personal. Ya sabes, algún tipo de clases particulares -repone, y, no sé si son imaginaciones mías, pero juraría que me aprieta un poco más contra su costado.

Ladeo la cabeza, buscando su mirada, y me encuentro su rostro a apenas unos centímetros. La réplica ingeniosa que tenía preparada se pierde en algún lugar entre mi garganta y mi boca, y no llego a articular palabra alguna. Lo único que hago es observar la leve curva de sus labios entreabiertos y su hermosa barbilla.

-Hoy estás preciosa -murmura, y su aliento acaricia mis propios labios, y, mientras nuestras miradas se desafían, su mano se alza hasta alcanzar un mechón de mi pelo.

Desliza los dedos con lentitud hasta llegar a las puntas, provocándome un escalofrío. Me descubro deseando eliminar la distancia entre nuestras bocas, anhelando su sabor, y a punto estoy de ceder a ese deseo. Sin embargo, antes de que cometa una locura, alguien nos interrumpe.

-Señorita Valdes. Señorita Carvajal.

Me separo de Juliana de un salto, consciente de que se trata de Sandra. Su mirada alterna entre ambas hasta que finalmente recae en mí. Su expresión es aún más seria que de costumbre, lo cual, por sí solo, resulta inquietante.

Hasta AquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora