|38| 𝖀𝖓 𝖒𝖆𝖑 𝖕𝖗𝖊𝖘𝖊𝖓𝖙𝖎𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔

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*procede a dejar pañuelos *


El castaño entrelazó los dedos con su acompañante intentando tranquilizarla, a pesar de que él mismo sentía su cuerpo llenarse de ansiedad al no tener noticias sobre el matrimonio Potter.

Ella inhaló profundo antes de avanzar tirando de su mano con suavidad decidida a conocer el estado de sus padres, sin embargo, el inquietante latido de su corazón le hizo detenerse a unos pasos del escaparate y girar para observar al hombre.

— Anda, entremos —susurró él besando suavemente su frente.

— Tengo miedo —su voz sonó entre cansada y asustada.

Él ladeó el rostro evaluándole, ambos con los nervios al nivel máximo desde el comunicado de los patronus.

— También yo —tragó saliva—, pero te prometo que siempre podrás acudir a mí si necesites llorar, o gritar, o reír, o lo que sea...

Remus le dirigió un guiñó cómplice que provocó una pequeña sonrisa en el rostro de Amelia.

Él esperó a que la joven asintiera indicándole que estaba lista, entonces tiró de su mano ayudarla a cruzar el escaparate.

Ella se tambaleó un poco al tocar suelo con el aroma del lugar inundándola, el castaño quiso reír al verla arrugar la nariz en desagrado, notando la ironía en la situación, ya que al ser medimaga debía estar acostumbrada al aroma del hospital.

— ¡Amelia! 

La mencionada alcanzó a divisar el color azabache antes de ser envuelta en un abrazo desesperado, al instante pudo saber que era Harry. Deslizó su mano hasta el cabello de su hermano tranquilizándolo al tiempo que Remus soltaba sus dedos para recibir a Sirius.

La humedad en su ropa que su hermano lloraba sin poder contenerse, eso la llevó a preguntarse por cuánto tiempo había estado esperándola para poder refugiarse en ella, a pesar de los años, Harry seguiría siendo aquel pequeño niño que buscaba consuelo por las noches de pesadillas o días malos.

— Estoy aquí, Jammie, está bien...

Su voz se cortó y tuvo que hacer un esfuerzo por mantenerse fuerte para su mellizo, sin embargo, todo fue inútil, pues Harry se percató de que contenía las lágrimas, y fue su turno de dejarse envolver por ella para consolarla.

Las lágrimas corrieron por sus mejillas aferrándose al torso de él intentando que su respiración se normalizara, al separarse su hermano suspiró ayudándola a limpiar el rastro.

— ¿Hay noticias? —cuestionó Amelia minutos después.

— No, aún no —habló Sirius acercándose.

𝐃𝐞 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 𝐚 𝐋𝐮𝐩𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora