Ese fue el patrón que percibió Amelia al recobrar la conciencia, y siquiera logró abrir los ojos cuando sintió su garganta arder con la bilis escalando con tanta rapidez que temió vomitar, enseguida unos brazos la tomaron colocándola sobre su costado justo a tiempo para expulsar una viscosa sustancia negra.
— Llama al medimago —reconoció la voz de Hermione martillando su cráneo.
Quiso protestar y pedirle que no hablase, sin embargo, aquella sustancia no dejaba de brotar de sus labios dejándole espasmos en el cuerpo y un vacío en el estómago.
En cuanto el medimago entró, Hermione soltó a su amiga dejando al hombre trabajar observándole moverse de un lado a otro en la habitación con una mueca de concentración.
Lily no tardó en entrar en la habitación con ojos cristalizados y reflejando en su rostro la preocupación que sentía hacia su hija. Ambas mujeres esperaron el benedicto del medimago quien después de largos minutos les miró.
— Está mejor, la magia negra debía salir de su cuerpo de alguna forma y lo ha hecho, pero aún hay un porcentaje alto en ella, esperaremos para ver cómo reacciona con las pociones que le administraré. Y no duden en consultarme ante cualquier cambio.
— Gracias —susurró la pelirroja mordiendo su labio.
El hombre acomodó a la joven entre las almohadas, colocando la sábana sobre ella correctamente y prosiguió a hacerle beber unas cuantas pociones antes de tomar su maletín que descansaba en la butaca.
— Me retiro por ahora.
Una vez que el medimago se marchó, la castaña centró la vista en su amiga acercándose con angustia para tomar su mano: la pelicobriza se encontraba pálida y sudorosa, su respiración estaba agitada, un hilillo de la sustancia que había arrojado colgaba de la camisura de su boca y su mirada enfocaba a la nada.
— Lia —llamó Hermione conteniendo el llanto.
La mencionada no respondió, aunque se sobresaltó ante el tacto de su madre contra su mejilla.
— Amelia —susurró Lily sin poder contener las lágrimas— ¿Puedes vernos u oírnos?
Ell giró la cabeza en su dirección, pero continuaba mostrando esa neblina blanca que cubría las córneas de sus ojos.
— Mamá —tragó saliva ante el dolor en su garganta.
La mujer se apresuró a tomar el vaso con agua que estaba en la mesita de noche y le ayudó a beber lubricando su garganta y haciéndole sentir mejor. Amelia, únicamente podía percibir manchones de colores por lo que decidió cerrar los ojos.
— ¿Dónde estoy? ¿Dónde está Alexander? ¿Y Sirius, él está bien?
— Un paso a la vez —tranquilizó Hermione limpiando algunas lágrimas que habían escapado— Sirius está abajo, el medimago le ha dicho que debía mantenerse en cama, pero sabemos como es y no le ha hecho caso. Alexander fue llevado al ministerio, a estás alturas estará recibiendo una sentencia por parte el ministro y estás en la casa de seguridad de los Malfoy.