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La cabeza de Amelia martilleaba una y otra vez provocándole un despertar amargo, podía escuchar voces a su alrededor, pero se estaba esforzando en no oírlos pensando que de esa forma su dolor disminuiría. Lo siguiente fue el agonizante temblor de su cuerpo seguido por los recuerdos de lo sucedido, ¿cómo es que seguía viva después de todo eso?
Soltando un profundo suspiró se incorporó quedando sentada sobre la cama evaluando su entorno confirmando que se encontraba en su habitación de Potter Manor, a su lado había una improvisada cuna dónde Ethan dormía cómodamente.
Miró hacia la puerta con la cabeza ladeada, las voces parecían provenir del exterior y no se sentía con la fuerza de enfrentarse a otras personas por lo que al ponerse de pie fue directa a la estantería al costado de la cama, rogó porque no se escuchase el chillante sonido de la puerta escondida al ser abierta.
Para su buena suerte logró cruzar el estrecho pasillo con facilidad a pesar de su inestabilidad para caminar. Llegando contra la salida empujó suavemente un muro el cual se abrió revelando las cocinas superiores de la mansión y sosteniéndose por los muebles llegó hasta la encimera dónde había una gran cantidad de comida provocando que su estómago pidiese por alimento.
Con la respiración agitada alcanzó una caja de cereales, al igual que un tazón dónde se sirvió un poco; guardó ordenadamente y se giró con la intención de volver a su habitación, sin embargo ver a Sirius frente a ella con una ceja elevada le causó un respingo.
— Algo me dice que te estás escondiendo —habló con ojos entrecerrados— ¿Qué se supone que estás haciendo?
— Comer —susurró mirando el tazón entre sus manos antes de volver la mirada al hombre.
— Deberías estar en cama, Lia —La chica hizo una mueca inconforme— Anda, te acompañaré.
— Solo quería un poco de comida —justificó con el ceño fruncido, Sirius rodó los ojos divertido haciendo una seña para que Amelia caminase— ¿Les dirás qué me fui de la habitación?
Él negó robando un puñado de cereal del tazón, Amelia le observó indignada adelantando el paso para que no pudiera robarle de nuevo a lo que Sirius rió entre dientes.
Durante el camino el pelinegro tuvo que recordarse constantemente de lo que había ocurrido con Amelia pues se contenía a reírse de ella cada vez que parecía perder el equilibrio, en especial la subida de las escaleras donde Sirius se abstuvo a ayudarla debido a las miradas amenazantes de la joven.
Una vez que llegaron a la puerta de su habitación Amelia tenía una ligera capa de sudor que cubría su frente e intentaba regular su respiración al tiempo que impedía que él notase sus muecas de dolor. Aunque cuando Sirius la obligó a entrar y tumbarse en la cama ella no pudo disimular más obteniendo una reprimenda del hombre.
— ¿Hace cuánto tienes dolor? —preguntó en un suspiro.