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Amelia pasó la noche en Potter Manor, al igual que los siguientes días. Sus padres habían decidido quedarse con ella, pero realmente la veían muy poco pues la mayor parte del tiempo lo pasaba fuera del lugar, no fue hasta esa mañana que le detuvieron para desayunar que la examinaron con detenimiento notando las bolsas debajo de sus ojos y su rostro en estado de alerta.
— Lia, cariño, ¿qué sucede? —cuestionó Lily poniéndose de pie para llegar a su asiento.
— Se relaciona con Ethan, ¿cierto? —interrogó Sirius frente a ella.
— ¿Quién les habló de Ethan? —exclamó Amelia asustada.
— Le nombraron en el recuerdo que compartió Remus y también con William —habló su padre.
— ¿Quisieras contarnos...? —comenzó la pelirroja.
Las puertas del comedor fueron abiertas con brusquedad dejando a la vista a Lucius y Severus, Amelia se apresuró a levantarse apartando suavemente a su madre para poder llegar hasta ellos, ante el asentimiento del rubio la chica soltó el aire contenido.
— ¡Oh, Merlín! ¡Oh, Merlín! —balbuceó esperanzada— Por favor, díganme que encontraron algo bueno.
— Es una pista, Georgina Barlow entregó los recuerdos de ese momento al igual que Eloise Crimson, ambas fueron declaradas inocentes —explicó Severus, Amelia mostró una pequeña sonrisa—. Se descubrió que Ethan fue sacado del lugar por medio de la desaparición y los detectives siguieron el rastro, a pesar de que el rastro de magia se detuvo pronto quedaron...
— Marcas —murmuró con voz temblorosa, su sonrisa se había desvanecido por completo.
— Marcas —afirmó Lucius—, pero había un rastro de huellas de un niño, los guiaron a una cabaña abandonada al norte de Londres...
— Es suficiente —interrumpió pasando sus dedos por su sien— Ya sé quien lo tiene, gracias por ayudarme.
— Amelia... —llamó su padrino en advertencia.
— Sé quien tiene a Ethan, sé dónde puede estar y es todo lo que necesito.
Dicho esto salió apresurada del comedor, Lucius resopló y Severus movió la cabeza deseando que la niña no fuese tan testaruda, James carraspeó atrayendo su atención y elevó una ceja en busca de una explicación.
— Ustedes saben algo, está demasiado claro —acusó Sirius señalándoles con el tenedor.
— No somos los indicados para hablar de eso —Lucius indicó.
— Amelia no tardará en contárselo a alguno de ustedes —habló Severus irritado— No deben tener miedo a preguntar, así jamás sabrán lo que quieren.
Sin esperar respuesta salió por donde había entrado, Lucius le siguió jugando con uno de sus anillos preguntándose cómo demonios es que Amelia se había metido en ese lío, estaba acostumbrado a sus metidas de pata, pero eso estaba superando sus límites.