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Un movimiento su lado le hizo soltar un quejido provocando una risa en su acompañante, gruñó girando hasta quedar sobre su estómago con el rostro clavado en la almohada negándose a despertar.
— Lils —escuchó al tiempo que recibía un empujón— Despierta, dormilona.
— Cállate —protestó sonmolienta.
— Tienes que levantarte, o nuestros padres se darán cuenta que pasamos la noche aquí.
— No se molesta...
Él pinchó sus costillas haciéndole soltar un chillido molesta, se incorporó lanzándole una almohada con tal fuerza que resbaló del sofá cayendo al suelo, con esto Harry comenzó a reír deteniendo su tarea de ordenar la sala de estar, su hermano hizo una mueca poniéndose de pie regresando el golpe con la almohada a la joven.
— ¡¿Qué demonios sucede aquí?!
La voz de su padre detuvo las risas de Harry y Charlus mientras que Amelia se incorporaba de golpe del sofá intentando arreglar su cabello conteniendo un bostezo.
Su madre observó el lugar notando las mantas extendidas sobre la alformbra, las almohadas y envolturas de dulces en cada rincón; su corazón tembló de felicidad pura y casi pudo ver a tres pequeños niños sonriendo inocentemente después de pasar la noche comiendo dulces a escondidas de ellos.
— ¿Recuperando el tiempo perdido entre hermanos...? —mordió su labio Charlus.
— Vaciar la alacena, querrás decir —su padre elevó una ceja señalando la caja de cereal al costado de la chimenea, la cual Harry pateó rápidamente detrás del sofá— Son un peligro estando juntos, les quiero a dos metros de distancia y sin intercambiar miradas.
— James, no seas extremista —regañó su esposa riendo ante las muecas de sus hijos— Te aseguro que de haber sido más joven te habrías unido a su pequeña fiesta.
— ¡¿Me estás llamando viejo?! —exclamó indignado cruzándose de brazos.
— ¡No! ¡Yo... no...! —enrojeció negando con la cabeza varias veces.
— ¡Lily-flor! ¡Tienes que estar de mi lado, no en mi contra!
— Me encanta estar de vuelta —susurró Charlus chasqueando la lengua cuando su padre dio media vuelta con una mueca— Extrañé tanto estar en familia.
— Cuando comiences a escuchar ruidos extraños en la cocina o en el piso de arriba desearás no haber vuelto —objetó Harry recogiendo las mantas.
— ¿Aún hacen eso? —exclamó arrugando la nariz.
Amelia asintió sentándose en el sofá, se sentía mareada y comer demasiada azúcar por la madrugada comenzaba a irritar su estómago.