Capítulo 7.

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Dara.

Tras regresar a Quinvel, Martha insistió en hacerle una ceremonia a Daphne para despedirnos de ella juntó a sus pocos conocidos en el pueblo.  No tenía cabeza para aceptar, mucho menos para negarme a cualquier cosa. Así que la dejé a cargo de todo.

Mientras que yo solo me dediqué a existir en el sofá de la casa, no tenía apetito, mucho menos ganas de salir.

A duras penas Jen logró prepararme para la ceremonia de Daphne que se llevaría acabo en la iglesia del pueblo.

Me vistió con un vestido negro que me llegaba un poco antes de la rodilla, ató mi cabello en una trenza y me calzó con zapatillas bajas del mismo color de mi vestido.

Evitó tratar de hablarme ya que sabía que no obtendría respuesta alguna por mi parte, así que antes de irse cambió el vendaje de mi mano. Por suerte el golpe no fue gran cosa por lo tanto solo llevaba vendajes para esperar que la herida cerrara por si sola.

Tras terminar con mi mano se despidió de mi besando mi coronilla para así después dejarme sola juntó a mis pensamientos.

El silencio de mi habitación inundaba mis oídos junto a eso la melancolía que sentía dentro de mi que poco a poco comenzaba a consumirme, era como una laguna que estaba apunto de hundirme.

<<¿Cuál es el propósito de todo esto?>>.

No entendía que era lo que sentía exactamente al no descifrar si era tristeza o enojó. Pero ¿con quién?.

¿Daphne?.

¿Alek?.

¿Conmigo misma?.

Alek nos había visto la cara a ambas y yo bajé la guardia, no la protegí y ahora ella estaba...

—No estas, ya no estás aquí....—murmuré mientras mi voz se quebraba.

Fue inevitable volver a llorar, estaba realmente lastimada, rota, destruida. Quería ser fuerte pero no podía, yo la necesitaba más que nada. Me volví ovillo sobre mi cama volviendo a llorar sin parar.

No sentí la noción del tiempo al sentir la mano de Martha sobre mi espalda.

—Cariño.—habló en un tono suave.—debes levantarte que vamos tarde para la ceremonia.— me giré hacia ella y asentí.

Su rostro al igual que el mio maracaba la gran tristeza que sentía, sus ojos estaban hinchados y enrojecidos por llorar, bajo estos unas ligeras ojeras de maracaba.

Me ayudó a ponerme de pie, al hacerlo me recibió en sus brazos.

—Se como te sientes y déjame decirte que puedes vivir tu duelo a tu manera, ninguno de nosotros se opondrá pero, recuerda que ahora tienes un ser vivo que te necesita.—<<Asher>>.—no te dejaremos sola, no ahora.

Me alejé de ella y besé su mejilla.

—Gracias.—le agradecí y ella me sonrió.

Unió su mano con la mía para llevarme hacia el auto donde ya nos estaban esperando.

Una ligera lluvia cubrió a Quinvel mostrando un ambiente frío melancólico haciendome aún más pesado mis sentimientos.

IMPERIO DE MENTIRAS.[1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora