Capítulo 8

29 7 0
                                    

La espalda, el cuello y la cabeza me dolían por igual. He estado durante horas con la computadora encima de las piernas, tratando de escribir un artículo para la revista que hable sobre la falsedad del amor, pero llevo varios minutos sin poder formar ni una sola frase lógica  en el documento. Creo que he caído en un bloqueo temporal y lo peor de todo es que ya me tomado un té para los nervios, me he parado a caminar por el departamento para despejar un poco la mente, prendí uno de los inciensos de Emily que me ayudara a relajarme y nada parece funcionar. Supongo que lo mejor será dejarlo por ahora y retomar mi trabajo mañana. No soy de las personas que se dan por vencida tan fácilmente, pero no tengo muchas opciones, prefiero tomarme un pequeño descanso momentáneo que terminar escribiendo tonterías y entregar un artículo incoherente, por lo tanto, cierro la computadora y la dejo de lado antes de volver a tomar mi taza de té que se encontraba sobre la mesita central. Estaba a punto de darle un sorbo, cuando de pronto vi las lámparas colgantes del departamento balancearse ligeramente. Algo así no era frecuente, a menos que los vecinos del piso de arriba tuvieran una de sus ruidosas fiestas, pero no se escuchaba ningún escándalo.
No le quise tomar importancia, seguramente fue algún viento proveniente de las ventanas de la sala lo que provocó un movimiento en las lámparas, aunque ese balanceo comenzó a ser más fuerte y el departamento empezaba a sentirse como un recorrido en barco. En definitiva se trata de un terremoto. Todo iba de un lado al otro, Emily y yo teníamos que salir cuanto antes del departamento, pero al momento de querer llamarla por su nombre no me salieron las palabras, de hecho, ningún sonido emitía mi boca. Estaba completamente muda y mi cuerpo se había quedado paralizado en el sofá, no podía levantarme ni gritar para pedir ayuda. Esto era una horrible pesadilla de la cual no saldría viva.

Traté y traté de moverme, pero fue inútil, mi cuerpo se sentía pesado y adormilado. Emily seguía encerrada en su habitación, quizás la pobrecita le esté pasando lo mismo que yo, mi preocupación iba en aumento, pero no podía hacer nada, sin mencionar que nadie venía a ayudarnos, aunque confiaba en que los bomberos vinieran cuanto antes para auxiliarnos a todos.
El temblor se hacía cada vez más intenso y lo único que me queda por hacer era cerrar los ojos y comenzar a rezar.
La fuerza con la que estaba apretando mis ojos comenzaba a dolerme, fue entonces que decidí abrirlos y hacerle frente a lo que sucediera en los siguientes minutos, pero lo que vi fue mucho peor. Me encontraba en él avión con un montón de personas desconocidas y muertas de miedo por la implacable turbulencia. Todo se sacudía de forma brusca, lo que provocaba que algunas de las mujeres soltara un repentino grito de vez en cuando.
Mi corazón empezaba a palpitar de manera acelerada, sentí un escalofrío recorrer por toda mi espina dorsal, haciendo que mis manos y frente comenzaran a sudar. Me faltaba la respiración, la vista se me estaba nublando poco a poco y no tenía ni idea de como manejar el asfixiante miedo consecuencia de mi peor pesadilla. Había pasado por pequeñas turbulencias, pero nunca una de esta magnitud. Me sentía como en una película de acción, donde el avión está a punto de caer y la única esperanza son las habilidades del piloto para lograr sacarnos de aquí y llevar a los pasajeros sanos y salvos hasta la pista de aterrizaje.

Antes de quedarme dormida había sufrido un pequeño ataque de ansiedad, pero justo ahora estoy al borde del colapso con un ataque de pánico. Faltaba muy poco para comenzar a hiperventilar, la presión en mi pecho y estómago se hacía cada vez más grande, y lo peor de todo es que Emily no está a mi lado para sostener mi mano.

-       ¿Todo en orden, linda?- el chico a mi lado se atrevió a preguntar al ver que había despertado.

-       ¡¿A ti qué te parece?!- digo exaltada.

Mis nervios iban en aumente ante el peligro aparente. Abrí la boca para jalar aire, ya que mi nariz parecía no funcionar, pero el oxígeno no llegaba a mis pulmones.

Juegos de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora