Capítulo 9

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El aterrizaje fue igual de preocupante que el despegue, era horrible tener que sentir el avión caer de golpe, pero al menos sabía que eso significaba seguridad. Por fin estábamos en tierra y no podía estar más agradecida por haber llegado sana y salva, aunque con un poco más de desestabilidad mental. Ya estaba bastante dañada, pero después de este traumático viaje, definitivamente le acabo de añadir otro suceso aterrador que se convertirá en parte de mis tormentosas pesadillas. Supongo que ya tengo material para muchos días más de insomnio.

Fueron sacándonos ordenadamente y a la entrada nos avisaron en que lugar podríamos recoger nuestro equipaje. Damian y yo estuvimos juntos durante todas las formalidades de la aduana y una vez revisados nuestros documentos, él me acompañó hasta la cinta giratoria donde entregarían los equipajes y esperó conmigo. No dijo ni una sola palabra durante el tiempo que estuvimos esperando, pero tampoco era necesario, el sólo hecho que haya tenido este gesto tan caballeroso conmigo fue más que suficiente.

Gracias a Dios, mi equipaje fue de los primeros en salir, por lo que pudimos irnos cuanto antes, aunque fuimos retrasados por un largo recorrido en todo el aeropuerto hasta llegar a las áreas de registro.

- Bueno, Violet Sheridan, fue todo un placer conocerte- se detuvo en medio del pasillo y me tendió la mano.

- Lo mismo digo, Damian Shaw- tomo su mano y le voy un ligero apretón. -Gracia por todo.

- No lo menciones, linda- se encoge de hombros. -Espero que tu vuelo de regreso sea mucho más tranquilo y lo tengas que sufrir.

- Sí, yo también lo espero.

Damian parecía una buena persona, es una lástima que nos hayamos conocido en estas circunstancias.

- Adiós- empiezo a andar. -Cuídate mucho y que te vaya bien.

- Adiós Violet- me regaló una última sonrisa.

Nunca he sido buena para hacer amigos, ya estaba acostumbrada a la soledad, las pocas personas que se atrevían a acercarse a mí salían corriendo a los cinco minutos de conocerme porque no les permitía llegar más lejos de un simple saludo cordial, pero había algo en Damian que era inusual, en él encontré sinceridad. La mayoría de las personas especialmente hombres, que he conocido por circunstancias obligatorias, se acercaban a mí con la intención de coquetear y eso es una de las cosas que detesto con toda el alma. Todos se creían unos fanfarrones engreídos, diciendo y haciendo cosas sólo para captar mi atención, sinceramente ya estaba harta de esa situación y no lograba comprender porqué todos los hombres debían ser unos brutos cuando había una mujer a su alrededor. Siempre tienen que sacar provecho de algo, nunca pueden ser auténticos y entablar una conversación normal, pero esa opinión cambió por un momento cuando conocí a Damián. Nuestro encuentro no fue el mejor, incluso puedo decir que nuestras primeras impresiones fueron de lo más desagradables, pero ahí está el punto clave, él no trató de impresionarme, nuestra charla fue un factor de distracción que me ayudó en su momento a superar mi crisis de ataque de pánico, ya después ni siquiera nos dimos cuenta que seguíamos hablando sin parar.
Puede que nos hayamos conocido por error, pero me alegra haberme quedado atascada en un avión con él.

Salí del aeropuerto y lo primero que hice fue montarme en un taxi, le di al hombre la dirección del hotel, pero me dijo que no podría conducir hasta ahí, ya que nos encontrábamos en Nadi y mi hotel se encontraba en otra isla llamada Malolo, por lo tanto, debía llevarme al puerto para que alguien más me trasladara sobre el mar.

No puse objeción, haría todo lo que me dijeran para llegar al hotel, estaba muerta de cansancio, tuve uno de los viajes más agotadores de toda mi vida, pero esa experiencia aún no termina. Sabía que Emily encontró uno de los hoteles más recónditos de todas las Islas Fiyi, pero nunca imaginé que tendríamos que viajar en alguna especie de lancha a motor o catamarán para llegar hasta ahí, era una locura.
Había pedido estar en un lugar tranquilo y poco concurrido, pero en definitiva mi amiga exageró un poquito.
No tardamos mucho en llegar al puerto. El taxista fue muy amable de conseguirme a un conductor náutico de fiar y después de pagar mi tarifa me dejó en sus buenas manos. Me sentía un poco nerviosa, nunca antes había viajado en una lancha de motor, mucho menos en un barco, pero era mi única opción, así que me presenté ante el capitán cuyo nombre es Mohammed y me dio la bienvenida a bordo.

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