Capítulo 13

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El sueño y cansancio me derrotaron por completo. No tardé nada en dormirme en el preciso instante que me acurruque en el sofá y a decir verdad, no fue tan malo. He de confesar que ese sofá y mi habitación han sido los mejores lugares en los que he dormido, pero esa tal vez sea una falsa percepción causada por el agotamiento físico.
Fuera lo que fuera, no tenía ganas de levantarme, estaba muy dispuesta a quedarme dormida por el resto del día, sobre todo considerando el hecho que Damian se encuentra rondando como una molesta mosca. Esperaba no tener que pasar tiempo con él, ya bastante hago con no salir huyendo de mi habitación.

Justo ahora me encuentro en un estado de consciencia e inconsciencia. Mi cuerpo seguía relajado, pero mi mente ya estaba activa. No sabría explicar con exactitud lo que estoy pasando, pero todo comenzó a ser diferente en cuanto sentí un ligero roce en mi mejilla izquierda. La sensación era rara, no era dura ni áspera, por lo contrario, era suave como el terciopelo.
Aún tenía los ojos cerrados, tratando de conciliar el sueño de nuevo, pero ese tacto ajeno seguía constante en mi mejilla, dando pequeños recorridos de arriba a abajo, por lo que no pude seguir forzándome a estar dormida, no me quedó otra opción más que abrir los ojos y mirar lo que estaba causándome esa extraña sensación.
Poco a poco fui girando mi cabeza hacia el lado izquierdo y al principio fue un poco difícil enfocar la vista, aún más por los rayos del sol que iluminaban desde la puerta de cristal. Con mi mano derecha, traté de hacerme un poco de sombra para poder ver con claridad lo que pasaba, pero en cuanto logré distinguir a la persona causante de tales caricias, me fue inevitable sobresaltarme ante el susto de ver a Damian en cuclillas y con una rosa roja en la mano, sonriendo divertido.

-       ¡Santo Dios!- pongo mi mano derecha en el pecho. -¿Y tú qué rayos haces aquí?

-       No sé si ya lo olvidaste, lindura, pero dormí aquí- dijo, oliendo la flor.

-       No me refiero a eso, quiero saber porqué estabas ahí sentado, mirándome dormir y acariciándome con una rosa- específico. -Eso es muy raro. Además, ¿Qué traes puesto?

-       Uy, creo que alguien no durmió bien y se levantó con un humor de los mil demonios.

-       Damian- digo con tono de advertencia.

-       Ya, perdón, me quité el pantalón de chándal y me puse un short de baño- levanta las manos en rendición. -Y no es lo que tú crees.

-       ¿Ah no? ¿Y entonces?

-       Pedí el desayuno, lo trajeron hace diez minutos, pero no quería despertarte- explica. -Te veías tan tranquila durmiendo que quise dejarte así un rato más.

Pasé con dificultad la saliva acumulada en mi boca, lo que provocó que tuviera los labios y garganta seca al instante.

-       ¿Y qué te hizo cambiar de opinión?- pregunto nerviosa.

-       No quería desayunar solo- se encoge de hombros. -Ademas, pedí suficiente para los dos.

Ayer no comiste ni cenaste nada.

-       Eso no es cierto- miento descaradamente.

Damian me dedico una mirada acusatoria por quererlo engañar cuando claramente él está enterado de todo.

-       Es que no tenía mucha hambre- replico.

-       Y me imagino que ahora sí la tendrás- se pone de pie. -Así que vamos- me tiende su mano derecha. -Es hora de desayunar.

De nada serviría llevarle la contraria a Damián, él estaba empeñado en hacerme comer y por lo que veo, nada lo detendrá en llevarme hasta la mesa, así que me quite el edredón del cuerpo y tomé su mano para que me ayudara a levantarme. Después, ambos fuimos directamente a la terraza y nos sentamos en una pequeña mesa frente a la piscina. Delante de nosotros teníamos varios platillos con un cubreplatos de metal por encima, pero aun así me llegaba el increíble olor a miel y tocino recién hecho.

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