91- mío -91

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Narradora

Tiago Uriel Pacheco, un chico de 20 años que a simple vista parece ser alguien inocente, sensible, tierno y poco probable de parecer algo contrario a todo esto.

Todo esto es pura fachada.

Tiago trabaja en una empresa en la cual, por lógica, tiene un jefe.

Decir que algunas noches se encontraban para tener sexo era poco.

Si era por ellos ocurría todos los días, a todas horas.

Mauro Román Monzón era el mayor de estos dos, el jefe de la empresa y "el que manda".

...

Un día de trabajo común y corriente, Tiago se dirigía a la oficina de su jefe para entregarle unos documentos.

-permiso- dijo el menor, fingiendo sentirse inferior.

-si, adelante- respondió el mayor, comenzando a prestarle absolutamente toda su atención.

-venía a dejarle esto, me pidió Carmela que venga, ella está de licencia, ¿sabe?- dejó los respectivos papeles en el escritorio y se paró derecho nuevamente.

-claro que lo sé, gracias- dejó una leve sonrisa, casi invisible.

-bueno eeem... me voy a seguir trabajando- se inclinó hacia la puerta, pero el mayor habló.

-nonono, espera un segundo-

-s-si... ¿qué ocurre?- lo miró algo tímido.

El mayor se puso de pie y tiró del brazo del menor para acercarlo lo más posible.
-te pensas hacer mucho el boludo? el buenito?- dijo amenazante.

-yo solo hago mi trabajo, jefe- lo miró a los ojos quitando todo miedo del medio.

-¿trabajo? no tenés ni un poco de dignidad, ¿no?-

-¿por qué? solo estoy cumpliendo con mi labor, señor, no veo el motivo por el cual decirme eso-

La soberbia que tenía el menor le ponía los pelos de punta a Mauro.
Era capaz de fingir ser otro estando en un lugar que fácilmente otra podría entrar.
Monzón solo recordaba como hacía apenas unas horas, Pacheco se la chupaba con todas las ganas del mundo, entregándole su boca hasta quedar en la miseria.

-no, definitivamente no tenés- se dijo a sí mismo.

-bueno... me retiro, hasta luego- dió apenas un paso.
El mayor lo estampó contra la pared, impidiendo que se pudiera mover.
Tiago rió descaradamente, evitando el dolor que le provocó el golpe contra la pared.

-de que te reís- habló Mauro, a milímetros de los labios de Tiago.

-de vos, ridículo, te haces el malo y te morís por mí, por mis labios, por mi culo, por mi pija, te morís, y espero que no me lo niegues, Román- dijo totalmente serio, sin mover siquiera un puto músculo.

Mauro se hacía el duro, pero Tiago era su debilidad.
El menor se sabía controlar perfectamente, hasta que estén los desnudos y a punto de tener sexo, pero sino, era otro.

One shoots LitiagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora