133- Vacaciones -133

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Con Tiaguito organizamos un viaje, unas vacaciones.

Nos vamos en auto a San Martín de los Andes, ciudad ubicada en la provincia de Neuquén, en Argentina.

Todos dicen que es una ciudad demasiado hermosa, entonces quisimos ir a visitarla, y por primera vez en un viaje de vacaciones los dos solitos.

Hicimos todas las cosas previas y cuando estuvimos listos, partimos hacia allá.

—No te vas a hacer el boludo, vamos a intercambiar al que maneja porque me duermo sobre el volante y nos morimos juntitos.— Dijo Tiago, cuando salimos de casa.

Reí. —Ya sé amor.

Y fue re divertido, fue largo pero divertido.

Y llegamos a la casita.

Se suponía que la dueña de esa cabaña estaría ahí para cuando nosotros lleguemos, pero no fue así.

Salimos del auto ya en frente de la cabaña a esperar a la mujer.

Tiago se apoyó en el auto y yo me acerqué y lo abracé para quedarme ahí.

—Ojalá nos salga bien este viaje.— Dije con mi cara en el hueco de su cuello.

—Sí mi amor. Nos va a salir hermoso, vas a ver.

Y me levanté para mirarlo. Le di un piquito y sonreímos.

—Te amo.— dije.

—Yo más hermoso.— me dió otro pico y escuchamos pasos, era la mujer que venía de lejos.—Uh, al fin.

—Mal.

—¡Hola!— Dijo, tenía más o menos nuestra edad, o un poco más. —Disculpen la demora, me agarró un semáforo eterno asique me bajé y vine a pata, disculpen.

—No hay problema.— Dijimos ambos.

—Vengan, acá está su cabaña.— Fuimos los tres y entramos al complejo, tenía parque y en el medio la casita.

— Fuimos los tres y entramos al complejo, tenía parque y en el medio la casita

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Tiago me agarró de la mano y seguimos caminando así. Llegamos y la mujer nos entregó la llave en la puerta.

—¿Son pareja?

Asentimos sonriendo.

Un par de palabras más y la chica de fué. Entramos y miramos la cabaña.

—Guau, re linda.— Dijo cuando llegamos a la última parte, la habitación. Nuestra habitación.

—¿Quién es linda?— Dije jodiendo.

Él rió. —Tu vieja, mi amor.

—¿Ah sí? Mirá vos que casualidad, opino lo mismo de tu mamá, casquito.

Ambos reímos y bajamos a merendar.

—Amor, ¿y si dormimos una siesta y después vamos a comer?— Dijo Tiago mientras comía una medialuna.

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