Confesión

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*CAPITULO XLVI*

Pasado.

Verona:

Estaba muy emocionada iría con Adrián a hacer exploración, nunca nos habíamos adentrado tanto en el bosque, me imaginaba cosas mágicas y ocultas, tal vez sea la razón por la que Adrián quiere que vayamos, aunque está muy raro que seamos los dos, ¿Será una trampa? Estaba en clases de música, a mi profesor le gustaba mi voz, al principio estaba desafinada pero ahora es melódica y a la vez profunda, me gustaba mucho cantar, también me estaba enseñando a tocar piano, lo cual no es tan sencillo como parece.

Me senté junto al profesor, este me sonrió y pude ver sus afilados y blanquecinos dientes, él puso sus manos delicadamente sobre las teclas del piano, como si lo acariciara, eran muy hermosas blancas pulidas de marfil, parecía que el piano nunca lo usase nadie, el comenzó a darme unos ejercieses para acostumbrar mis dedos al moviente amplio, talvez algún día pueda tratar de tocar piezas de Beethoven.

Estuve un rato, practicando hasta que se me hizo la hora para ir a mi siguiente clase introducción al derecho, básicamente eran las normativas que tenían los vampiros, clases muy aburridas, de que hacer o no hacer, pensándolo bien a mi realmente no me sería muy útil que digamos esa información, seguramente en un punto de mi vida me iría con los humanos, La profesora era de lo peor, siempre me miraba mal, por ser una supuesta Damphir, que tiene de malo ser mitad vampiro, mitad humana, yo estoy orgullosa de ser humana, aunque no sé muy bien, como es ser en si humano, solo sé simular que soy una más de ellos, la cuestión es que es contradictorio porque tampoco soy un vampiro para entender a ciencia a cierta como es ser vampiro.

Me senté en la mesa más cercana a la ventana, poyé mi brazo sobre la mesa y mano sostenía mi cabeza mi cabeza, esa mujer era horrible, esta clase la veía con Mary, ella se sentó junto a mí, cargaba un girasol y lo veía feliz, sin duda Karl tiene que ver algo con esto así que la molestaré un rato.

—¿Una entrega especial de Balaur Sabie? —dije sonriéndole desde mi posición.

—Sí, aunque no quiero que vaya tan rápido, quisiera que fuera lento, somos vampiros tenemos más ventajas que los humanos para estas cosas —dijo poniendo el girasol en su mesa.

—Supongo que sí, espero que, si llego a encontrar a alguien que me ame, quisiera que sepa aprovechar el tiempo —dije tranquila con la mirada un poco triste, realmente quería que ese alguien fuese Adrián, muy probablemente sería un lio, porque somos diferentes, y estoy consciente que a su edad no está permitido convertir a nadie aun es un caótico tal vez dentro de unos años cuando sea un vástago.... ¿Qué estoy pensando? Soy una humana sin gracia, seguro cuando él tenga la oportunidad de viajar conocerá una hermosa y perfecta vampiresa y yo quedaré en el recuerdo.

—Por favor, tú y Adrián se gustan —dijo mirándome seria —Él no es el casanova que aparenta ser, yo lo sé, además él ha demostrado que le importas demasiado.

—Nada de lo que dices es cierto —dije enderezándome y poniéndome lo más derecha posible.

—Ajá, si —dijo como si yo no tuviera la razón —¿Dime que les pasó a María y su sequito de racistas elitistas? —me miró con aburrimiento.

—Se quedaron calvas 2 días —dije con simpleza— yo no creo que Adrián tenga algo que ver, no tengo pruebas solo fue casualidad.

—Hoy lo vas a ver puedes preguntarle sobre eso —dijo segura de sí misma.

—Eso haré —dije retándola a lo que ella rodó los ojos, para luego dormirme en la clase de esa mujer loca, desperté minutos antes que se acabara la clase, Mary me comentó que se fue el día hablando de sus historias sobres los vampiros salvajes, los que jamás controlan sus instintos y son básicamente los vampiros que se han dejado ver por algunos humanos, este tipo de vampiro es el único que conocen los humanos por ende les tiene miedo, si yo no estuviera protegida por la familia Marconi ya hubiese muerto.

El Clan Black RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora