Lluvia

204 23 1
                                    

El tema ético se quedaba sin poder frente a la noche fría que caló la piel de Jimin, mientras caminaba escuchando una clase de repaso de semestre sin mucho entusiasmo, pero sí necesidad, pues los parciales estaban cerca y sin importar qué, debía cumplir la promesa que le hizo a su padre.

Lo dejaría participar en el ballet nacional si aprobaba primero la maestría tributaria, cuestiones de reputación. Esa palabra hacía que Jimin quisiera vomitar, porque él era el culpable de su uso constante, la causa de que la familia Park pudiera perderlo todo.

Pero no había nada más que esperar del señor Park, que se había resignado tanto hasta convencerse de que seguir los pasos de su padre había sido lo mejor que le pudo pasar, y que ahora planeaba hacer lo mismo con su único hijo, como si el carácter también viniera de la sangre.

No era culpa de Jimin que su padre hubiera echado su vida a la basura por embarazar a su madre apenas salió de la universidad, que por eso no haya llegado a ser senador como el abuelo, y que ahora quiera que Jimin tenga ese lugar. Eso no era para él, y estaba decidido a hacerlo notar.

Viéndolo desde otro punto hubiera resultado hasta infantil: todas las veces en las que discutían y Jimin se iba a casas de sus amigos, a dormir con extraños para ignorar lo que estaba pasando con su vida. La reputación estaba en su vida hasta en la escuela, tan presente, que siempre se dedicaba a romper con ella, sin éxito. Deseaba que pudiera, que todo se terminara y que pudiera ser libre, si tan solo pudiera hacerlo él mismo.

Sin embargo, seguía dependiendo de su primo, Namjoon, estudiante de excelencia y totalmente lavado del cerebro. Él se encargaría en dejar que el señor Park le arruinara la vida, y por voluntad propia; pero Jimin no. Aun así, no era algo seguro que su padre lo autorizara para quedarse con todo, porque así el dinero se iría a su hermana, madre de Namjoon, y no a él, dejándolo sólo con un hijo marica y fracasado.

Pensaba que no había mucho qué hacer entonces, solo lo que debía.

Así es que se desvió por un momento hasta la biblioteca de la universidad, y aprovechó a quedarse ahí a leer un poco mas ya que por esas fechas estaba abierta hasta muy tarde; no fue sorpresa cuando solo se encontró a la bibliotecaria en la recepción viendo un video en su teléfono, las mesas vacías excepto por un par de chicas que parecían de primero que apenas lo vieron le sonrieron lascivamente.

Jimin se tragó el asco y sin que lo vieran se encaminó a la izquierda, hasta los bancos del fondo en el área de cálculo avanzado, donde nadie nunca estaba.

Pero ese día sí estaba alguien.

¿Por qué siempre era el mismo chico? Jimin no lo sabía, pero tampoco se quejaba, porque la vista era excepcional: El mismo chico del autobús, vestido de forma casual con su mascarilla, escribiendo rápidamente en su libreta como si estuviera pasando a limpio algún apunte, bajo la luz amarilla de la mesa del fondo.

Jimin dudó en acercarse, ¿sería apropiado? Aunque, pensándolo bien, no tenía ninguna razón por la que no hacerlo, los asientos eran libres, y no estaba prohibido acercarse al chico lindo así a veces pareciera la contrario.

Entonces caminó lentamente, dejando sus libros en la mesa frente al el extraño no tan extraño una vez que llegó; se aclaró la garganta y vio como el chico dejaba de escribir y levantaba a mirada débilmente.

- ¿Está reservado este asiento? - Su voz salió más grosera de lo que esperaba, y se golpeó mentalmente.

- N-No se puede reservar asiento en la biblioteca, es contra el reglamento -. La voz de nuevo lo llenó de pequeñas vibraciones, podría escucharlo todo el día.

- Cierto -, Jimin se sentó abriendo un libro aleatorio y poniéndose en posición como si estuviera estudiando - que bueno, buscaba un lugar tranquilo para estudiar.

Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora