La pregunta que no se hizo

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Los días se habían transformado en semanas cuando Jungkook revisó su teléfono por milésima vez, revisando ese mañana que nunca llegó. Se preguntaba la razón, y al principio la cuestión en sí misma hacía que le doliera el estómago de preocupación por la ausencia de ese chico que se había llevado todo lo que conocía de sí mismo.

No lo vio en el campus, y revisó sus clases para encontrar su escritorio vacío; preguntó en la academia de baile, pero nadie supo decirle nada. Era como si se hubiera desvanecido en el aire, llevándose el tiempo de tranquilidad.

Después de que las semanas se empezaron a acumular, la tempestad dentro de Jungkook pareció calmarse: salía más con sus amigos, y empezó a reunirse con sus compañeros de trabajo y de dormitorio a las salidas de sus jornadas para estudiar o platicar.

Le gustaba estar acompañado con personas interesadas en él; la manera en la que todo seguía siendo igual fuera de su burbuja de aislamiento porque nunca pudo decir una respuesta a las peticiones de Jimin, nunca pudo admitir que sentía lo mismo.

Sin embargo, llegó un punto en el que decidió que enfocarse en eso significaría perderse del momento presente, en el que Suga estaba más callado de lo normal, Jin y Hoseok peleaban todo el tiempo para hacerlo sentir como un bebé y Taehyung se acercaba más a él. De hecho, esto último era lo que lo tenía más sorprendido.

Porque desde esa pequeña conversación en su casa y de visitas de improvisto por borracheras de Hoseok en su departamento, empezó a hacerse costumbre que Taehyung durmiera en su cama. Así, había veces en las que hablaban hasta que sus ojos se cerraban, o se contemplaban en la oscuridad entre risas chillonas.

Jungkook seguía teniendo miedo, eso era un hecho; pero después de tanto tiempo conociendo a Taehyung las cosas parecían ir bien, lo suficiente para que el décimo día le permitiera abrazarlo mientras dormían, y que desde entonces siguieran haciéndolo.

Había algo en la manera segura que tenía de tomarlo por la cintura y hundirlo en su pecho, algo seguro, pero con una nota de infelicidad. Un lugar cómodo, pero no mágico.

Jungkook se lo reprochaba, pero no podía evitar a veces imaginar que en lugar de Taehyung era Jimin quien lo tenía entre brazos, quien le cantaba antes de dormir o le contaba historias tontas, el que le preguntaba por su día y le regalaba sonrisas. Quería que lo fuese, pero no podría condicionarse a una fantasía para ser feliz.

Aprendió a querer a Taehyung, de la misma manera como se quiere un amigo cercano, uno que se queda ahí sin ser lo suficientemente escandaloso para no poder quedarse juntos en silencio, disfrutando de su compañía.

No obstante, Taehyung no pensaba lo mismo. Él no podría conformarse con esos pequeños toqueteos porque se volvería loco: lo veía todo el tiempo, lo abrazaba, le daba pequeñas señales que Jungkook siempre tomaba como broma.

Jungkook se convirtió en lo primero en su mente al despertarse, en el dueño de todas esas playlist que mantenía en secreto mientras trabajaban juntos; imaginaba que podría llevárselo y besarlo en secreto, lo imaginaba para él sin decirle a nadie.

Hasta un martes en el que Jungkook llegó con lágrimas en los ojos luego de tener una pesadilla sobre Jimin abandonándolo para siempre, y confesó a Taehyung que se había enamorado hacía mucho tiempo pero que lo habían dejado solo; y así, sin siquiera saber el nombre del amor de su tímido colega, empezó a desear que nunca hubiera nacido, que se fuera para siempre para quedarse con esa piel fresca y caliente para siempre.

Taehyung no era el tipo de persona que titubea para decir lo que siente, tampoco era un tonto. Esperó tres semanas con Jungkook desde el incidente; solo entonces se atrevió a proponer que salieran a un bar de jazz en vivo para calmar la tensión escolar entre los dos, como una pareja.

Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora