¿Otra mentira?

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Jimin había escuchado los rumores después de la fiesta. Desde las preguntas de sus compañeros sobre el misterioso chico y cuestiones sobre los actos en el baño, hasta rumores sobre la cara de preocupación que cargó durante todo el día desde aquel incidente.

No era que no entendía el motivo, pero trataba de no pensar mucho en eso: Jungkook se había ido sin mirar atrás, no había mostrado señales de vida desde la noche, y aquel día no se había cruzado con él en la parada ni en ningún otro lugar. Empezó a creer que lo estaba evitando, y Jimin, temeroso, empezó a pensar en las aristas del encuentro, lo que había significado para el chico del autobús.

Empezó a divagar en la posible imaginación del chico, en su imagen sobre él que se había abalanzado a la menor oportunidad luego de algunas palabras amables. Estaba consciente de que la imagen que había dejado era la de un imbécil, un jugador; todo lo que creían los que no lo conocían más allá de su naturaleza juguetona y despreocupada al salir de fiesta con sus amigos.

El mismo pensamiento de jugador le daba asco, y pena ajena. Si ya le daba asco que su familia lo creyera, se sentía a punto de vomitar cuando pensaba en el pequeño de ojos inocentes que le había complacido sin quejarse, que se quedó callado cuando estaban follando a pesar de que Jimin se dio cuenta de cuanto le había dolido, lo pensara cierto.

Pero él tampoco dio señales para lo contrario. Si se dio cuenta de señales del obviamente virgen, no dejó que se notará: no se detuvo en ese momento. Jimin se sentía pésimo.

De alguna manera su cabeza tuvo razón; llegó un punto en el que no soportó los escenarios fantásticos en los que había lastimado a Jungkook, así que se fue en su periodo libre a la facultad de derecho a buscarlo como un loco obsesivo sin poder contra la necesidad de rectificar todo lo que había pasado esa noche. Lo pensó indispensable, el que aquel chico no lo odiara.

Porque francamente él era todo en lo que Jimin podía pensar.

Necesitaba dejar de tragar cristal con la situación, y no midió sus palabras cuando entró de improvisto a pedir que saliera a verlo, ignorando de manera superflua las responsabilidades del menor.

Aun así, lo peor ya había pasado, y fue un milagro que no rechazara la salida. Algo dentro de Jimin se alivió con esa afirmación, la de verlo de nuevo, la de poder explicarse y dejar de ahogarse en un vaso de agua.

Así es que después de su visita fue corriendo a la biblioteca, al lugar en el fondo, y simplemente se sentó a esperar. Una parte de él le dijo que debería volver a clases, pero otra objetivaba que era mejor quedarse, y pensar en un buen modo de tocar el tema de su encuentro sin que la situación se saliera de las manos.

Porque Jimin quería seguir hablando con su chico del autobús; ni siquiera él sabía por qué, pero se había encariñado, con sus tarareos matutinos y sus excusas tímidas...y ahora de su cuerpo, ese que se le quedó en la memoria como un sueño de verano imposible de discriminar.

Fueron esos jadeos ligeros, las manos temblorosas tratando de llevar el ritmo, la cara sonrojada que no se le quitó en ningún momento. Le asustaba e intrigaba, porque había sentido algo que nunca estaba: algo en el estómago de Jungkook en la manera en la que se retorcía cuando él estaba cerca, algo cuando sus labios se trababan en sus palabras y sus ojos esquivaban los suyos. Sintió que lo querían, y pensar en que no era imaginación suya y que Jungkook en verdad sentía algo por él, lo hacía inexplicablemente feliz.

Jimin nunca había querido a nadie, y por eso a veces pensaba que no era coincidencia el hecho de que nadie le quisiera, al menos no de manera romántica. Porque sabía que su madre lo había querido, tal vez amado, que su primo se preocupaba por él y que su padre, bueno, de alguna manera también lo hacía.

Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora