Conformidad

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Hoseok cruzó los brazos de nuevo, recargándose en la puerta cerrada del baño con un entrecejo apretado en el rostro. No quería salir a ver a Suga, porque sentía que moriría.

En el fondo ya tenía una idea de que no podía durar para siempre: sus salidas, cogidos de la mano, la manera en la que lo tomaba cuando alguna chica trataba de sacarle el número, los detalles en su cumpleaños y el hecho de que a veces durmieran juntos y él, pensando que no se daba cuenta, le acariciaba la espalda. Todas esas malditas señales que habían estado presentes desde el primer día.

Suga lo sabía, sabía que eran jodidas porque sabía que los sentimientos de Hoseok también lo eran. Aun si no lo recordaba, cuando tenían catorce Hoseok tuvo que decirle que estaba pensando en besarlo, que todos los días los impulsos de hacían más presentes y que pensaba que posiblemente, no podría seguir viendo a Suga de la misma forma; fue valiente pero no importó: Suga no sentía lo mismo, y durante casi un año no hubo rastro de él.

Solo regresaron a hablar una noche que el tío de Suga había regresado y echado de la casa por haberlo llamado un hijo de puta cuando golpeó a su madre. Entonces, no podía darse el lujo de ir a casa de alguno de sus nuevos amigos que, aunque presentes, realmente no lo conocían tanto como cierto niño a cinco minutos de su casa.

Tocó la ventana y durmieron juntos esa noche, Suga admitió que quería quedarse con él y Hoseok, bueno, él nunca repitió sus sentimientos. De esa manera, al crecer, cada uno escogió partir hacia donde era natural: con varias novias, escuela, viéndose entre sí cada rato...excepto cuando una vez al mes la tensión era demasiada y terminaban juntos en la cama o en la ducha.

Nadie decía nada, ni preguntaba, ni afirmaba; a veces incluso parecía un sueño. Muchas veces el mismo Hoseok se preguntaba si había imaginado todo eso: él y Suga besándose, tocándose, teniendo relaciones incluso...su mejor amigo dentro de él era más una personificación de la pesadilla que era el día siguiente, cuando nadie tuviera nada que decir. No había besos de buenos días, o miradas siquiera por al menos ocho horas del día siguiente, hasta que ambos volvieran a sus vidas normales.

— Es una mierda —. Dijo, por milésima vez para sí mismo mientras hundía la cabeza entre las piernas, como un animal asustado.

Hoseok sabía que eso no era saludable, pero ¿qué importaba cuando tenía el pequeño privilegio de cumplir su sueño, aunque fuera por un rato? 

Sin embargo, el sueño tenía límites.

Al terminar la universidad sabía que Suga tendría que irse, solo que no se esperó que el tiempo pasara tan rápido. No tenía ningún plan para ganarse su amor, pero, había esperado desde los catorce años a que su amigo se dignara a decirle que lo quería, que ya no quería jugar y que podrían estar juntos; pero siempre que lo esperaba solo conseguía silencio, tristeza, o pocas palabras.

El sonido de la puerta lo hizo regresar a la realidad, en la que estaba sentado en el piso del baño llorando, con su mejor amigo riendo del otro lado de la puerta mientras lo llamaba a dormir. Hoseok no respondió, y entonces Suga trató de abrir la puerta del sanitario, al no poder empezó a dar gritos y patadas, hasta que sintió el cuerpo bloqueando su pierna desde el otro lado de la puerta.

— Hobi, ¿estás ahí? — Hoseok se limpió la cara tratando de no hacer ruido — ¿Hoseok?

— Estoy aquí —. La voz tenía un gallo, y Suga lo descifró. No era la primera vez que lo encontraba llorando a escondidas.

— Déjame pasar.

No hubo respuesta por cinco largos minutos, hasta que Hoseok se levantó y abrió, corriendo inmediatamente a lavarse la cara. Suga le miró desde el marco de la puerta, luego entró encerrándolos a ambos.

— ¿Estás llorando? — Suga sabía la respuesta, pero sabía que Hoseok quería decirla de todos modos.

— No —. Hoseok dijo secándose con la toalla café del lavamanos, sonriendo dolorosamente — Solo tengo jabón en el ojo, es todo.

Suga tomó el hombro de su amigo, y sin pensarlo dos veces logró congelarlo en su lugar, no lo vio a los ojos, pero al segundo se acercó y le dio un roce de labios sutil pero marcado. Se alejó media pulgada antes de que Hoseok lo tomara de la playera y lo hundiera más en el toque. Quería que no se fuera, pero le dolía ser él el único que lo jalara para evitar que dejara de besarlo, que dejara de quererlo, que dejara de usarlo como se le diera la gana. 

Suga se recargó en la pared detrás de Hoseok para mejor equilibrio y llevó una mano a su cintura, la apretó con fuerza mientras el beso se intensificó, hasta que los movimientos de Hoseok cesaron y se separó de él.

El rostro que encontró no era el mismo excitado o borracho de otras veces, sino unos ojos alargados y lágrimas escurriendo de los labios. Suga se alejó ajustado, dejando que Hoseok llorara por sí mismo. No sabía qué decir, ni era su trabajo averiguar una respuesta.

Fue así como los dos simplemente permanecieron en silencio hasta que la respiración llorosa se calmó y Hoseok pudo respirar de nuevo. Abrió los ojos y encontró a Suga viéndolo sin emoción, no se sorprendió.

— Vamos a dormir.

Los dos caminaron hasta las sábanas y entraron en ellas como si fuera una montaña de nieve, Hoseok se abrió paso entre la pesadez de las almohadas trazando todos los recuerdos que llegaban de noches ajenas. Le dio la espalda a propósito, pero aun así los brazos consiguieron tomarlo y jalarlo hasta pegarlo al pecho desnudo, su posadera rozando la ingle de Suga en movimientos necesitados. Sabía qué significaba.

— ¿Quieres? — Suga dijo en una pequeña risa, moviéndose dramáticamente, Hoseok gimió un poco, tratando de ser lo más silencioso posible.

— Ellos están aquí.

— Están muy ocupados el uno con el otro como para darse cuenta —, Suga llevó su mano al cuello de Hoseok y lo giró ágilmente para crear espacio suficiente en el rincón de su hombro para besarlo — y te extraño.

Hoseok gimió agudo, y mandó todo a la mierda. El toque era demasiado prefecto como para dejar que el orgullo le ganara, así que tomó la mano de su amigo y la llevó al borde de su pantalón de pijama. Suga entendió de inmediato y jaló con fuerza, dejando descubierta la piel de Hoseok, trazó con los dedos la ranura antes de entrar con furia, sin ningún tipo de intención por ser suave.

Hoseok sintió sus interiores dilatarse sin placer, como una moción oscura que se llevaba lo mejor de él; luego, la punta del pene de su amigo en él. Reprimió las ganas de gritar hundido en la almohada. Al poco tiempo ya se encontraba siendo follado por Suga, que con rapidez rozó apenas su próstata, dejando caer gotas de júbilo no intencionado. Después de seis minutos fue suficiente y ambos se detuvieron en jadeos, Suga se movió para salir.

— No —, Hoseok lo detuvo, hundiéndose más para evitar que lo dejara pro completo — quédate.

— ¿Quieres sentirme toda la noche? — Suga besó la mejilla de Hoseok en una sonrisa, pero su amigo ensombreció el rostro.

— Sí, de ser posible nunca te vayas.

— Mañana tiene que llegar Hobi-ah...

— Lo sé, pero por ahora no lo hagas.

Suga supo a qué se refería, pero no dijo nada, quería quedarse en el borde la conveniencia, donde se podía permitir expresar el deseo que tenía por su amigo sin necesariamente cometerse a él.

— Hoseok —, Suga lo soltó y se giró, dándole la espalda para tomar su teléfono y escribirle a Cahewon una invitación para el próximo día en la noche — eres lo más importante que tengo.

Hoseok no tuvo que voltear para saber lo que estaba haciendo. Dejó que un poco de llanto se le escapara.

Aun cuando esperaba que lo dijera, no supo decepcionarse.


Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora