Conmigo

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Hoseok llegó a golpear la puerta de Seokjin a las tres de la mañana. Se había zafado del agarre de Suga y en un ataque de pánico había tomado sus cosas para correr fuera de la casa, sin hacer más que mandar un mensaje al más joven de sus dos amigos.

Necesitaba irse lo más pronto posible, el peso dentro de él se volvía más oscuro con el tiempo; la sensación del cuerpo de Suga le recordaba el asco que él mismo se provocaba: ¿cómo podía dejar que algo así sucediera por años? Se dijo que tal vez sea mejor dejar los juegos de una vez, pero antes necesitaba decírselo a alguien.

Sin saber a dónde ir, terminó por llegar al departamento de Seokjin, y usando a contraseña que alguna vez le había dado para ir por su ropa un día que se quedó a dormir afuera, entró al apartamento. Jin estaba en la cocina preparándose un chocolate para dormir después de pasarse el día planeando los últimos detalles de su viaje, cuando la figura de Hoseok, triste y a la carrera, le miró a los ojos.

Inmediatamente Jin se acercó y preguntó qué pasaba, Hoseok solo supo acercarse para un abrazo.

Jin el preparó su propio chocolate, le pidió que le dijera qué está pasando, Hoseok no quiso. Decidieron entonces dormir y contar todo a la mañana siguiente, lo dejó en el sillón. Al asomo del alba Jin le prestó ropa para poderse bañar y prepararon el desayuno, sentándose a ambos extremos de la mesa con los platos de arroz y guarniciones esperándolos.

— ¿Dormiste bien? — Jin rompió el hielo, Hoseok asintió. Después de un suspiro, agregó: — Hoseok, necesito que me digas que te sucede para poder ayudarte.

La mirada triste se levantó con una media sonrisa.

— Solo necesitaba salir de casa, perdóname por venir.

— No tienes que disculparte —, Jin dijo — puedes quedarte, hoy no tengo clases.

— ¿Y Yuna? — Hoseok cuestionó, tratando de desviar la atención.

— En su casa, quiere un tiempo separados antes de pasar toda la vida juntos...cosas de mujeres, creo.

Hoseok sabía lo que se sentía eso, Angelica, una de sus novias extranjeras, siempre lo empujaba por periodos con la misma excusa; le pedía matrimonio dos veces a la semana. Suga siempre se reía de la cara sonrojada de Hoseok cuando él decía que lo amaba enfrente de sus amigos, lo llamaba un pato asustado. Ahora que Hoseok lo pensaba, en realidad era porque a él nunca le importó lo que hiciera con las mujeres con las que estuvo, superior a Hoseok, que por el contrario siempre buscaba atención cada que Suga regresaba de sus semanas con mujeres extrañas.

— Sí —. Hoseok rio por debajo del aliento, Jin siguió comiendo.

— Entonces... ¿ya quieres decirme por qué estás aquí?

Jin no se iba a rendir en preguntar, y eso asustó a Hoseok, que dejó su comida y se encogió en su lugar. No supo por dónde empezar, y pensó tanto que al final su boca tuvo voluntad propia, justificada en que ya no quería guardar ese asqueroso secreto pro más tiempo.

— Yoongi y yo nos acostamos.

Los palillos se resbalaron de la mano de Jin.


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Jimin daba gracias al universo por no haber encontrado a su primo en ninguna situación extraña al llegar a su apartamento vacío y gris, con docenas de pinturas colgadas en la pared que a él le hacían doler la cabeza, no porque no fueran hermosas, sino porque una sola pregunta u ofensa hacía que Namjoon se pusiera a hablar horas y horas sobre cómo se necesita una mente abierta para apreciar el verdadero arte.

Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora