Lunares

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Jimin se quedó a dormir después de la reunión. Suga le ofreció el sillón, pero antes de que pudiera decir nada Hoseok dijo que quería dormir con él solo porque hacía mucho tiempo no lo hacían, consiguiendo así que Suga dejara sus pensamientos cuidadores con el pequeño de su amigo, y se enfocara mejor en lo calientita que sería la noche de tormenta junto a Hoseok.

Jin, de manera sorprendente, ignoró la invitación a quedarse a dormir en la casa, con la excusa de que Yuna no le había dado permiso para eso; Suga se burló de él por parecer ya un hombre de cuarenta años y, después de un comentario sarcástico para decir que él podría ser viejo pero hermoso, Jin se fue.

Al final Jungkook entró a su cuarto con naturalidad, perdida cuando Jimin, después de cerrar la puerta, se abalanzó a abrazarlo por la espalda y plantar un beso en su cuello, justo arriba de la marca que, desgraciadamente para los dos, ya empezaba a desaparecer.

Jungkook gimió por instinto cuando su novio lo mordió a propósito, dejando el rastro de una lengua suave. Sus piernas empezaron a temblar y su garganta se secó por la expectación, tragó saliva.

— Jimin-ah... — Jungkook dijo, sosteniendo las manos en su cintura como si se fueran a ir con el viento.

Jimin paró sus acciones y en su lugar regaló un beso sobre los labios de su novio, sonriendo.

— Vamos, acuéstate conmigo.

Los dos se soltaron excepto por las manos y caminaron hasta la cama, donde se dejaron caer de espaldas, mirando al techo como descansando de lo pesado que había sido el día, sin necesitar nada más que escuchar la respiración del otro. Eso, hasta que Jimin se giró para ver a Jungkook, quien se sonrojó por la intensidad de esos ojos oscuros, subiendo poco a poco su propia temperatura cuando una mano extraña le acarició el rostro despacio.

— ¿Te divertiste? — Jimin preguntó, con ese sonido grave que mandaba vibraciones al cuerpo del chico más joven.

— Algo —, Jungkook respondió con sinceridad, al tiempo que la mano en su rostro bajaba a su cuello — pero ahora es mejor.

— ¿En serio? — Jimin rio — ¿Por qué? — Jungkook bajó la mirada ante la pregunta y se acercó solo para hundir el rostro en el pecho de Jimin, que lo aceptó con tranquilidad — Te gusta estar conmigo —, fue una afirmación más que una pregunta — a mí también.

Jungkook quiso decir que no solo era eso: la conversación que expuso la eventual partida de su novio lo hacía querer materializarse en el viento, para así poder acompañarlo. Dejarlo seguía pareciendo un mal sueño, un invento.

— Jimin, bésame.

El chico rubio se sobresaltó, pero aun así consiguió subir la barbilla de Jungkook y, después de medio segundo de contemplación, se acercó a besarlo despacio.

Jungkook dejó que el peso lo sometiera, rodeó sus brazos alrededor del cuello ajeno y se permitió apretar el cabello largo de la nuca cuando una mordida en su labio inferior lo hizo gemir grave; Jimin bajó las manos hasta su cintura y en menos de lo que pensaba ya se encontraba sobre piel, con una rodilla en medio de las piernas temblorosas.

Lo llenaba de dicha la forma en la que el cuerpo abajo suyo se retorcía de placer con solo una pequeña respiración fresca a menta y pasta dental; se incorporó en sus placeres cuando pudo detenerse a apreciar la vista: Jungkook. Apenas recuperando el aliento con saliva en los labios, la cara cálidamente sonrojada, las piernas abiertas llamando el nombre de Jimin, que solo supo maldecir por no tener una cámara y poder capturar ese momento de completa sensualidad.

Con la yema de los dedos se aproximó a atravesar todo el cuello transpirado; un brillo en sus ojos al ver, casi como una pequeña maravilla, un lunar cerca de la mazana de Edén. Algo en su pecho se detuvo, pero él siguió mirando y acariciando.

— ¿J-Jimin? — Jungkook llamó, y Jimin cambió la mirada a los labios extraños, vio nuevos lunares por todo el rostro emocionado, sonrió para sí mismo.

— Tienes muchos lunares —. Jungkook no se esperaba la respuesta, tragó saliva.

— Supongo...están también en mis hombros y en mi espalda...

— ¿Puedo verlos? — Jimin preguntó casi automáticamente, Jungkook pensó un momento debatiendo si debía hacerlo, pero al final falló a favor de que después de todo no se trataba de un extraño y que bajo esa lógica tenía sentido hacerlo.

Es así como se sentó correctamente, y al aclararse la garganta llevó sus manos al borde de su camisa. Miró los ojos oscuros de su novio para conformación, recibiendo un pequeño asentimiento de cabeza que lo terminó de convencer. Lentamente, despegó la tela de su piel, revelándose terso ante su amor.

Jimin observó, realmente. Se dio cuenta del pequeño temblor que le provocó el roce una vez el estómago estaba descubierto, como Jungkook arrugó la nariz al tirar la playera a su lado; los verdaderos bordes de su cintura y su abdomen, que, aunque no estaba marcado, era homogéneo y tranquilo. Luego, todos los lunares revelados frente a él: sutiles en el brazo, los que brillaban en la mejilla. Se revelaban como maravillas de tal forma que Jimin no tuvo manera de evitar acercarse y pasar la yema de los dedos por ellos, y por los tatuajes maravillosos del brazo.

— ¿Te he dicho alguna vez que amo tus tatuajes? — La voz de Jimin salió distraída. No hubo respuesta, y aprovechó el momento para cercarse aún más.

Jungkook no sabía en dónde tenía que mirar. Entre las respiraciones emocionadas, los toques dulces y las preguntas coquetas, se encontró acorralado en el placer y la expectación. No supo de dónde sacó el coraje para llevar las manos a las mejillas de Jimin y jalarlo para que le mirara a los ojos.

— ¿Tanto como me amas a mí? — Jungkook preguntó, volviendo la voz intencionalmente más gruesa, Jimin sonrió de lado, para luego acercarse y fundirlo en un beso, esta vez menos tranquilo y con más esperanza de guiar hacia un encontró de mejores proporciones.

— Jungkook no puedo más —, Jimin jadeó al terminar el beso —, necesito que estés conmigo —, perforó sus ojos con los ajenos, que se dilataron entre una cara sonrojada — necesito hacerte el amor.

Jungkook consiguió recostarse en el pecho de Jimin y lamerle el cuello, lentamente hasta dejar un beso en su manzana de Edén al tiempo en el que soltaba un valiente:

— ¿Y qué estas esperando?

Cercanos - JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora