CAPÍTULO 53 ILUSO

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Pasaba de la media noche, las fuerzas estaban por abandonar a Jackson Miller, esos hombres se habían enseñado con él y sus escoltas. No tenían respeto ni consideración por ninguno, lo estaban tratando como si fuera un delincuente más, incluso sus escoltas habían recibido mejor trato que él.

Lo habían obligado a llamar a Santiago Moran en incontables ocasiones, recordándole que en cuanto él confirmara o desmintiera su dicho le darían muerte. Era un suplicio y un horror para él, el esperar a que contestara, rogaba porque no lo hiciera, porque no importaba lo que él dijera, le darían muerte y con su indiferencia solo estaba prolongando lo inevitable, sin embargo, sabía que mientras estuviera vivo, había esperanza. También sabía que esos hombres decían la verdad y le darían muerte tarde o temprano, ya lo habían hecho con dos de sus escoltas, se lo habían advertido, solo tenía veinticuatro horas para lograr comunicarse con Santiago, cada cuatro horas se desharían de uno de los escoltas, hasta que quedara solo él, si Santiago, decía que lo conocía, le darían una muerte lenta y dolorosa, sin embargo, si decía que no, quizás le dieran una muerte rápida, como lo habían hecho ya con esos dos hombres.

Era cierto que todo se paga en esta vida, esos cinco hombres debían muchas, eran crueles y despiadados, no les temblaba la mano cuando de hacer daño se trataba, por eso los había escogido en esta ocasión, ¿y de que había servido? ahora estaban aterrados igual que él, al borde de la muerte y sin esperanza alguna. Dentro de una hora se cumplían de nuevo cuatro horas y otro de ellos moriría. ¿De que valía ahora todo su poder, todas sus influencias y todo su dinero? De nada.

*****
Santiago miró la pantalla de su teléfono, no había querido contestar, porque sabía lo que sucedería en cuanto lo hiciera. Sin embargo, sí contestó la llamada que entró a su número privado, aquél que contadas personas tenían.

_ Dimos con ellos. - escuchó la voz de Bruno del otro lado. _ solo esperamos tus órdenes. Ya estamos en posición.

_ Encárgate de traerlo con vida. - dijo. Bruno sabía qué hacer. Ese hombre terco y prepotente estaba recibiendo un escarmiento. Lo de menos hubiese sido mantenerlo vigilado durante su incursión a la sierra, pero merecía que le dieran una lección. Creía que era superior a todos y que tenía poder sobre esos tontos campesinos, como llamaba a cualquiera que se encontraba por esas regiones. Ahora se estaría dando cuenta de que el tonto era él. Conocía a Heriberto Lozano, el hombre que lo tenía prisionero, era una persona que no se tentaba el corazón, que despreciaba la vida humana, podía asesinar a sangre fría a sus enemigos, a sus prisioneros e incluso a su propia gente, para él, la vida no valía nada, solo importaba él mismo.

De entre todos los enemigos que tenía Santiago, tenía que haber llegado justo al territorio de Heriberto Lozano. Esto era un gran dolor de cabeza, porque era sumamente peligroso y difícil de vencer, pero no imposible.

Desde un principio Santiago sabía que caería en manos no deseadas porque, en su arrogancia, no escuchaba los consejos de nadie, y si alguien le decía que fuera a la izquierda, el iría a la derecha, si alguien le decía negro, él le diría blanco. Así que sabía que no llegaría a su destino, lo que no esperaba, era que cayera en las manos del peor, y aunque les costaría más, lo recuperarían con vida, desgraciadamente, dos de sus escoltas, ya no tendrían la misma suerte, ese hombre los había asesinado.

*****
Jackson Miller se sintió a salvo, lejos de sus captores y en un lugar distinto de dónde lo habían retenido. Sus pensamientos volvieron atrás, a aquél paraje solitario a dónde aquel hombre Heriberto Lozano lo tenía prisionero.

Recordó la alegría que sintió cuando gente de Santiago Morán hizo acto de presencia, pidiéndole a aquel hombre que se los entregara a él y a sus escoltas.

Recordó como después de cruzar algunas palabras y de que Heriberto prometiera dejarlos ir, de pronto atacó traicioneramente a los hombres que iban por él. La verdad es que no supo que fue lo que sucedió, solo alcanzó a ver cómo los hombres que los tenían empezaban a disparar contra los de Santiago, él solo cerró los ojos aterrado, ni siquiera podía hacer algo para protegerse porque estaba atado de pies y manos. Cuando todo pasó y abrió los ojos de nuevo, sus captores habían sido sometidos, algunos de sus hombres, yacían muertos por el lugar, en cambio los de Santiago a pesar de haber sido atacados a traición estaban ilesos, seguramente se esperaban lo que vendría y estaban preparados. Mentiría si dijera que no estaba sorprendido, sin embargo, no pensó mucho en el asunto, lo único que podía ver era su libertad y su vida a salvo, ahora sería llevado ante esos tres hombres con los cuales tenían una cita, Santiago Morán, Aureliano Montero y Simón Mendoza.

Antes de eso había sido un iluso al pensar que ellos acudirían ante su llamado a sus oficinas en Washington, como unos mansos corderitos, pronto se dio cuenta de que si quería obtener sus ganancias, sería él, quien tuviera que acudir a ellos, por fortuna habían aceptado reunirse en un punto en donde todos estuvieran presentes para evitarle a él, el tener que ir de un lugar a otro, sin embargo, había sido aún más iluso, al pensar que se saldría con la suya y que los estafaría tan fácilmente.

No podía negarlo, desde el primer momento, cuando firmó , se dio cuenta del contrato tan tremendamente ventajoso que acababa de firmar con cada uno de sus socios, porque ciertamente la mayoría de las ganancias eran para él, a pesar de que no estaba aportando nada, más que su firma, poniendo su empresa hotelera, su agencia de viajes y sus dos mansiones solo como garantía por si algo no salía bien, pero se había asegurado de constatar que las finanzas de esos hombres eran sólidas, que ellos eran personas de fiar y que les iba bien en los negocios. Lo que no quitaba, que seguían siendo unos ignorantes rancheros, comparados con él y a los cuales sería fácil manipular. Error fatal, porque cuando estuvo delante de ellos y se negaron a entregarle sus ganancias, fue que leyó en su totalidad el contrato.

Cuando lo firmo, lo había hecho tan apresurado que pasó por alto algunos párrafos a los cuáles no dio importancia en su momento y no se la dio porque eran tan ventajosos esos contratos, que temía que ellos se dieran cuenta del error que estaban cometiendo y se arrepintieran. Hablaban de la forma del reparto de lo que a cada quien le correspondía, a él no le importaba como se lo entregaran, siempre y cuando lo hicieran. Así que puso atención a lo verdaderamente importante.

AMOR ENTRE BALAS Y COMPUTADORAS No.1️⃣2️⃣//SERIE: HOMBRES DE LA SIERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora