Ron Weasley había dejado pasar un mes tras otro intentando vivir fingiendo que no le importaba que Hermione ya no estuviera en su vida. Había brincado de una mujer a otra tratando de llenar el vacío que ella había dejado, poniéndole a las cámaras fotográficas de El Profeta y Corazón de Bruja su mejor sonrisa de héroe de guerra soltero y sin compromiso, siempre al lado de hermosas y despampanantes brujas que lo buscaban por su estatus sangre pura y por su dinero. El negocio de George había crecido como la espuma y atrás había quedado el mago que usaba la ropa de sus hermanos mayores. Para nada. Su guardarropa actual en diferentes tonos de verde, azul y gris nada tenía que envidiarle al de los mejores tiempos de los Malfoy.
Había dejado La Madriguera y rentaba un apartamento en el Callejón Diagon con vista al Londres mágico y muggle, y viajaba con frecuencia pues George había decidido abrir sucursales en Hogsmeade pero también en las cercanías de los colegios Beauxbatons y Durmstrang. No había duda que los estudiantes de magia eran sus mejores clientes.
Ser un héroe le gustaba porque le abría muchas puertas, conocía muchas mujeres hermosas y le permitía también vivir la vida que siempre había querido, no a la sombra de otros, —primero sus hermanos mayores y luego sus mejores amigos—, sino por méritos propios. Al fin había hecho algo que lo destacaba por sobre sus hermanos y no a la sombra de ellos.
Sin embargo, al volver a su triste realidad, al verse solo en aquel apartamento o despertando al lado de una mujer que no era Hermione, volvía a caer en cuenta de lo estúpido que había sido. No se permitía llorar, pero era lo que más deseaba: rendirse ante el dolor que le dejaba su vacío existencial. Él no solo había perdido a Hermione como amiga, confidente y novia. También había alejado prácticamente al único amigo que había tenido en la vida, Harry, y los extrañaba a ambos.
Ron siempre había creído que Hermione volvería a su lado a los pocos meses, arrepentida y dándole la razón por haberlo dejado. Pero las semanas seguían pasando y nada de eso ocurría. En la fiesta de Navidad en su casa ni siquiera habían cruzado más que un frío saludo a lo lejos. No ayudaba el que Molly lo increpara continuamente por haber dejado ir a Hermione y que Arthur insistiera en que la buscara si no quería perderla definitivamente. Su orgullo era más grande que el amor y la amistad que una vez pensó que tenía y así había pasado ya un año.
Fuera de su vida laboral, se sentía un fracasado. Incluso Ginny triunfaba como cazadora en las Arpías de Holyhead y su relación con Harry iba mejor que nunca. No sabía nada de Hermione pues las pocas veces que veía a Ginny y se atrevía preguntar por ella, su hermana era sumamente reservada con la vida privada de su amiga, pero sí aclaraba que estaba feliz y aunque eso debería alegrarle, no era así. Se sentía miserable sin Hermione.
Al principio se había consolado diciendo que la extrañaba por puro hábito. Habían sido inseparables por siete años. Pero después se encontró tomando el té como a ella le gustaba o comiendo sus platillos favoritos como una manera de sentirla cerca. Pero eso le dejaba aún más soledad. Y ya no quería más estar solo. Necesitaba a la mujer que realmente amaba a su lado para complementar el resto de su vida, para compartir con ella sus éxitos laborales. Quería ser feliz, por lo que tomó la decisión de buscarla.
ESTÁS LEYENDO
Heridas del alma
FanfictionDespués de una guerra quedan heridas que no necesariamente son físicas. Muchos siguen su vida pero otros toman malas decisiones y deben empezar por sanar su alma y perdonarse a sí mismos antes de darle un nuevo sentido a su existencia, sabiendo que...