El sinsabor que le había dejado su encuentro con Theo puso a meditar a Draco más de la cuenta. Si con él, con quien siempre se había llevado mejor en la vida, que consideraba más un hermano que un amigo, se había sentido incómodo, no quería ni imaginar lo que pasaría si se veía con Pansy o Blaise, quienes no tenían pelos en la lengua para despotricar de lo que fuera. Era eso o todavía no estaba preparado para volver completamente al mundo mágico, donde la mitad de las personas le preguntaría por qué había desaparecido, y la otra mitad, dónde se había quedado todo ese tiempo. Ni siquiera a sus padres había tenido el valor de contárselo.
La situación se había evidenciado aún más a raíz de una conversación amistosa que había tenido con su compañero de apartamento. Esa fría mañana de un sábado de octubre, Hermione había salido temprano porque era el cumpleaños de su padre, por lo que, prácticamente, era la primera vez que ambos magos compartían un desayuno sin estar ella, y lo más increíble de todo, de manera civilizada.
Draco evitaba quedarse a solas con Harry debido a toda la tensión que por lo general había entre los dos, aunque era cada vez menos tangible. Esa mañana, él se había levantado temprano y estaba preparando su desayuno cuando Harry salió de su habitación. A Draco le pareció lo más normal del mundo preguntarle si deseaba que le sirviera un té y que hiciera más salchichas y tostadas. Habían estado comentando trivialidades como el clima o algo relacionado con el trabajo, cuando de pronto se instauró un silencio.
—Sé que no mataste a Dumbledore cuando tuviste la oportunidad —dijo Harry untando más mantequilla a una tostada—. También que, quizá por unos instantes, valoraste aceptar la protección que te ofrecía para ti y tu madre.
—¿Y cómo es que sabes eso? —cuestionó dejando de trocear la salchicha en su plato, sintiéndose de pronto cohibido por la revelación de quien tanto había despreciado desde que rechazó su amistad en el expreso de Hogwarts camino a su primer año.
—Porque estuve ahí, debajo de mi Capa de Invisibilidad, petrificado por el profesor Dumbledore, y pude ver todo lo que pasó. Escuché todo lo que hablaron y vi como los minutos pasaban... pudiste haberlo hecho después de desarmarlo pero no... Evidentemente él tenía razón. No eres un asesino.
Draco no supo qué responder y solo llevó su mirada a la ventana de la sala de estar, para ver el horizonte. Era un momento bastante incómodo sobre todo por lo mal que se habían llevado hasta hacía poco tiempo. Pasaron varios minutos sin poder articular palabra o comer, probablemente ambos recordando aquella terrible noche en la Torre de Astronomía, donde uno había perdido a un mentor, y otro no había completado su misión y se había condenado a vivir una vida llena de castigos y sufrimientos, haciendo el trabajo sucio del Señor Tenebroso. Y de pronto, algo en su memoria tuvo sentido.
—Por eso no nos condenaron, ¿cierto? Fuiste tú quien les dio la información que nos absolvió de los cargos... Mi padre facilitó los nombres de los mortífagos que habían huido luego de la muerte del lord, pero sabíamos que eso no iba a ser suficiente... Tampoco el que no hubiéramos huido después de la batalla sino que nos quedamos en el colegio o en mi caso, porque fuera menor de edad cuando... bueno, cuando cometí muchos de los crímenes. —El hombre sentado frente a él asintió ligeramente, lo que lo asombró aún más—. Supimos que alguien había abogado en nuestro beneficio pero jamás imaginé que fueras tú.
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Heridas del alma
FanfictionDespués de una guerra quedan heridas que no necesariamente son físicas. Muchos siguen su vida pero otros toman malas decisiones y deben empezar por sanar su alma y perdonarse a sí mismos antes de darle un nuevo sentido a su existencia, sabiendo que...