Con el antecedente de lo que había pasado para el cumpleaños de Narcissa, Draco declinó cualquier invitación que significara reunirse con sus padres en Navidad o Año Nuevo y prefirió hacerles una visita sorpresa para almorzar el veintisiete de diciembre. Sabía que esta vez era diferente, pues ahora ellos estaban enterados de su relación con Hermione, pero conociendo a su padre, prefería mantenerse alejado y así evitarse serios disgustos, pues sabía que podía seguir insistiendo con el tema de Astoria a pesar de que la habían visto acompañada de Terence Higgs en dos ocasiones la última semana.
Como regalo de Navidad, Draco le había dado a Hermione una pequeña caja roja con lazos plateados que contenía una esfera de resina en cuyo interior se veía la imagen de una aurora boreal moviéndose. Era un traslador que los llevaría a las islas Shetland para una estadía de cuatro noches, pues ella había mencionado que deseaba ver las luces del norte y qué mejor que aprovechar esas vacaciones; solo quedaba rogarle a Merlín que pudieran ver algunas.
Sabiendo lo mucho que extrañaba volar, Hermione le había regalado la Saeta de Fuego 5.0, la mejor escoba del mercado —guiada por los consejos de Harry y Ginny—, y el día previo a volver al trabajo, habían planeado ir a Stoatshead Hill, en Ottery St. Catchpole, cerca del lugar donde estaba La Madriguera y la casa de los Lovegood para un pequeño partido de Quidditch. Habían acudido prácticamente todos los Weasley —inclusive Ron—, Luna, los Potter y Neville. Esa fue la primera interacción entre Draco y Ron, y aunque no fueron muchas las palabras que cruzaron, al menos no se habían maldecido y la reunión pudo considerarse un éxito.
Él y Hermione habían cenado con los Granger el veinticinco de diciembre, almorzado con los Potter el primero de enero, y aparte de los días en el archipiélago escocés, el resto de las vacaciones habían sido sencillamente días para disfrutar estar juntos, leer, ver alguna serie, pero sobre todo, comer muchos postres.
Una tarde, a finales de enero, poco después de llegar al apartamento luego del trabajo, el búho real de los Malfoy apareció por la ventana y Draco tuvo el presentimiento de que no eran buenas noticias. Con manos temblorosas, le quitó la carta al ave y Hermione le dio una golosina al animal antes de que volviera a alzar vuelo. Inmediatamente Draco terminó de leer el contenido, sintió un ligero mareo y supo, por la expresión en el rostro de su novia, que probablemente estaba más pálido que nunca. Tuvo que hacer un esfuerzo para hablar, pues de repente sintió que todo el aire en la habitación se había extinguido.
—Padre estaba buscando un documento entre los cajones de su escritorio y tocó un objeto que aparentemente estaba maldito. Está en San Mungo. Madre no se explica qué hacía el objeto ahí pues pertenecía a Bellatrix, algo que usaba en su infancia... Aparentemente, lograron estabilizarlo, pero ella me pide que vaya a casa porque los aurores fueron alertados por el medimago y requieren la presencia de un miembro de la familia para poder investigar. Ella está en el hospital.
—¡Por supuesto! ¿Deseas que te acompañe?
Draco asintió y se dirigió a su dormitorio para buscar su varita. Tenía sentimientos encontrados por la situación de su padre, sobre todo por la angustia que podía estar sintiendo su madre. Debía estar más cerca de ella, ser su apoyo ya fuera en los pasillos de San Mungo o en Malfoy Manor, no por compasión a Lucius, pues sentía que aún no lo perdonaba por haber destruido su adolescencia con la patética excusa de que había sido la única manera de mantenerlos vivos. Draco no podía olvidar que, con escasos dieciséis años, había tenido que pagar por los errores de su padre.
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Heridas del alma
FanfictionDespués de una guerra quedan heridas que no necesariamente son físicas. Muchos siguen su vida pero otros toman malas decisiones y deben empezar por sanar su alma y perdonarse a sí mismos antes de darle un nuevo sentido a su existencia, sabiendo que...