Una noche de fin de semana, Hermione soñó que se encontraba sentada leyendo frente a un gran lago cuando de repente, una vocecilla infantil gritó a lo lejos «¡mamá!». Ella, dejando el libro a un lado, giró rápidamente su rostro hacía donde provenía el llamado.
El sol del ocaso frente a ella impedía que pudiera ver el rostro del niño que se acercaba corriendo por delante de una alta y estilizada figura que no podía ser otra que la de Draco. Ella se levantó presurosa y salió corriendo a su encuentro con los brazos abiertos, atenta para atraparlo entre sus piernas pues no tendría más de tres años. El niño llegó hasta ella y luego de levantar sus bracitos para que lo alzara, colocó sus pequeñas manos en sus mejillas y empezó a besarla en diferentes partes del rostro. «Te amo», le decía entre cada beso, con su tierna y dulce voz y luego, se había abrazado muy fuerte a su cuello para posteriormente extender un brazo hacia Draco y unirlos a los tres en un emotivo abrazo grupal.
Este sueño la despertó sobresaltada con el corazón palpitando con fuerza. A su lado, Draco dormía plácidamente, así que con sigilo para no interrumpirlo, salió de la cama con la intención de corroborar en su agenda la fecha de su último periodo. Luego analizó con detenimiento el blíster de pastillas para el control de la natalidad. Sabiendo que ningún método tenía una efectividad del cien por ciento, Draco siempre realizaba un hechizo para reforzar la acción anticonceptiva por lo que todo parecía estar bajo control.
Aun así, estaba asustada con el sueño pues sentía que aún era muy joven para ser madre. Era algo que había anhelado en algún momento de su vida, sobre todo cuando veía el amor que se profesaban los nueve habitantes de La Madriguera. El haber sido hija única la había privado de una experiencia similar aunque la vida le había compensado con creces al conocer a Harry y a los Weasley.
En todo caso, sabía que ese no era un buen momento para formar una familia, mucho menos cuando ni siquiera le había contado a alguien de su relación con Draco.
Con la sensación de unos bracitos alrededor de su cuello a flor de piel, se dirigió hacia el espejo de su cómoda, algo alejada para poder observar su plano vientre y dejó volar la imaginación. Un niño rubio de cabello ensortijado y grandes ojos grises, corriendo hacia ella con sus mejillas sonrosadas por el esfuerzo la volvió a desconectar de la realidad. La ilusión por hacerlo realidad la invadió por varios minutos.
De repente, el recuerdo de una conversación con Draco cuando recién había llegado al apartamento hacía más de un año vino a su memoria y, sin poderlo evitar, sintió unas inmensas ganas de llorar. Tratando de mantener la calma con respiraciones profundas, de pronto sintió una mirada sobre ella.
—¿En qué piensas tan de madrugada, Granger? —Draco, aún adormilado, estaba semi sentado, apoyado por sus codos y a pesar de la poca luz que entraba a través de las cortinas, ella pudo ver la intriga en su mirada. Solo cuando estaba molesto volvía a utilizar su apellido.
—Sé que nos cuidamos, pero... Qué pasa si algún día quiero tener hijos contigo... —se atrevió a preguntar, algo nerviosa.
—¿Estás indirectamente proponiéndome matrimonio, Hermione? —preguntó con una sonrisa ladeada pero ella se mantuvo seria por lo que él la imitó—. Imagino que lo dices porque una vez te dije que no quería tener hijos. —Ella asintió. Haciendo la sábana a un lado, Draco se levantó y pronto estuvo frente a ella.
ESTÁS LEYENDO
Heridas del alma
FanfictionDespués de una guerra quedan heridas que no necesariamente son físicas. Muchos siguen su vida pero otros toman malas decisiones y deben empezar por sanar su alma y perdonarse a sí mismos antes de darle un nuevo sentido a su existencia, sabiendo que...