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Gemma


Durante el vuelo no hubo ninguna discusión ni exclamaciones irritables. Manu casi nos obliga a quedarnos en California con la duda de que alguno de nosotros tiráramos al otro a unos mil kilómetros de altura. No pasó, evidentemente. Si hubiese ocurrido eso, no estaríamos los tres en la barra de un bar que incluía el hotel. Tenemos dieciséis años ambos, el entrenador puede beber de todo. Nosotros solo dependemos del refresco burbujeante que tenemos enfrente nuestra.

—Espero no veros tiraros de los pelos como si fueseis dos bebés que acaban de descubrir el cuero cabelludo, por favor os lo ruego— comentó Manu moviendo el dedo por el borde del vaso

Esta noche, al llegar al destino, Manu nos obligó a cambiarnos y bajar a donde los otros clientes del hotel estaban relajándose. La piscina estaba medio llena cuando entramos al edificio, actualmente se ha ido vaciando. Me puse un top blanco y una falda pegada al cuerpo de color negro. Básico pero fácil de combinar. Ni muy elegante, ni muy informal.

Mi tío decidió cambiar sus camisas de dibujos animados por uno de color azul marino, pantalones cortos negros y una camisa interior blanca. Mi tío tiene el estilo de personas de mi edad, lo admiro. Aunque no pillo las intenciones que tiene este día al cambiar el estampado de la parte de arriba.

—Ten cuidado con tu bebida- me mira mi tío—. Tú vigila a Gemma por encima

El pelirrojo simplemente suelta un ruido reafirmando. Este está a dos sillas de mí, ya que el señor abuelo se encuentra en medio de nosotros. No me he fijado en él. Trato de evitar que se enfade por mis pequeñas bromas. Inocentes. Es un aguafiestas.

Hay un silencio incómodo en el que es necesario escapar.

Al llegar a recepción, horas antes, yo me coloqué lo más lejos posible del cuerpo de Ethan. Siempre que estaba a menos de unos centímetros cerca de él, un tipo de electricidad recorría mi espalda. No me agradaba eso.

— Chérie, ne t'ai-je jamais dit à quel point tu es belle?

¿Cómo tiene el coraje de decir eso? ¿Insinuar ser pareja? En su puta vida. Nunca estaré con él. Eso lo dice mi yo actual. El pasado, pasado es. Que quede claro.

Estoy resentida de que me haya seguido el rollo. Solo quería avergonzarlo cuando la mujer le tirase tejos. Mierda.

La próxima vez intentaré investigar más a fondo antes de hacer estas cosas.

Levanté la mirada de la mesa, haciéndome mirar hacia mi tío. No me está mirando a mí, ni siquiera a su bebida alcoholizada. Sigo la suya encontrándome con una especie de contacto visual entre una mujer pálida y rubia con el castaño de Manu. ¿Desde cuándo le interesan las asiáticas? Descifro que esa vista que le da a la mujer no tiene nada de inocencia, no soy tonta. De todos modos, es raro presenciarlo.

De un minuto a otro, Manu suelta unas palabras excusando su ausencia por toda la noche y se dirige hacia la tentación que la mayoría de personas conoce como: deseo. Ese sustantivo que con su poder controla a la humanidad, haciendo nublar tu mente y solo seguir a lo que corazón siente en aquel instante.

Pocas veces lo he presenciado en mi vida.

El camarero se acerca a atender a un hombre asomado a la barra a solo unos pasos de la silla de Ethan. Al fijar mi mirada en esa dirección, me percaté al pelirrojo con un objeto metálico en las manos. Cae líquido de ese. ¿Qué es?

Eres tonta o te haces.

A veces me gusta pretender, la verdad.

No es difícil de adivinar lo que él mismo está vertiendo en el vaso en donde unos sorbos antes se situaba un refresco. Cero alcohol.

La Ola sin RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora