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2019

MILEY

— ¿Verdad o reto?

No me encrespé cuando el moreno me miró de arriba a abajo, esa pregunta la podía utilizar en su contra o a su favor. Esperaba que me invitase a hacer algo atrevido acabando todo en la cama. Sus músculos parecen ser agradable al tacto, al igual que los rumores de sus buenos dotes en el deporte. Piel a piel, claro.

— Reto.

Unos agudos aullidos se oyeron dentro del círculo hecho en el suelo del salón de una casa. Arrastré mis piernas para que sean apoyadas contra mi trasero, dándole una vista más apetecible de mis largas piernas y escote. Mis características atraen a millones, y solo aceptaba a los que entraban en mis gustos. No me merezco menos.

Creí que sus palabras serían el paraíso cuando un diálogo cortó todo plan que tenía hecho debido a que Cam se sentó— cerca de una morena— y formó parte del juego. No se percató de mi presencia hasta que su amiga me señaló discretamente, suponiendo. Entrecerré los ojos y, como buena amiga suya, le envié una sonrisa radiante. Este tuvo un intento de imitarme, aunque al final no lo consiguió.

—Siete minutos en el paraíso con Cameron.

¿Qué?

Mi amante de la noche me había entregado al foso, quitándome la oportunidad de probar su caramelito. Esperaba que entendiese que su oportunidad llegó a su final, él me tiró, yo lo reciclo.

El rubio se inmuta, levantándose nuevamente para enganchar mi mano contra la suya, arrastrándome en el proceso. En un chasquido, ambos nos encontrábamos envueltos por la oscuridad encontrada dentro de una habitación que a saber si no había sido usada.

Lo que recordaba de esa noche era los suaves labios del rubio que aproveché explorar dada la chance que la vida me había ofrecido. Ser amigos no significa desaprovechar un momento para formalizar nuestra amistad. Admito que durante mi crecimiento, la pubertad, el saber cómo sería meterme con él, iba incrementando según la edad. La duda se esfumó.

— Amigos, ¿verdad? — pronuncié con un pesado aliento rozando sus labios al decirlo

—Mhm.

Recuerdo la textura de su cabello entre mis dedos, los suyos pegados a mi cintura ejerciendo la presión perfecta y un nombre que me pilló desesperada.

—Gemma...— logró gemir el rubio tomando el control

Le seguí el rollo durante un tiempo para ver si se percataba del descuido que acaba de cometer, pero este siguió con el lío. Dejé de sentir deseo, eso pasó a un sentimiento indescifrable. ¿Cameron sentía algo por mi Gemma?


GEMMA


Esa misma mañana, a las cinco de la mañana, me encontraba caminando por el área del campamento. Mi cabeza era un desastre, como si una tormenta se hubiera adquirido de él inesperadamente: dejándome con la poca sensatez restante. Lo que no me hará pensar sería entrelazar una conversación que no tiene nada que ver con este drama.

A pasos cortos, eludiendo elaborar un sonoro ruido gracias a mis zapatos de monte, me aproximé a la cabina que indica el inicio de la acampada. La vergüenza seguía en mí desde el momento en el que ese buen hombre se acercó amablemente para que después fuese rechazado. Al menos podría intentar arreglar uno de mis dilemas en esta etapa de mi vida.

La Ola sin RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora