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No entraba en mis planes encontrarme pegada al cuerpo de la persona que más me desagrada. Desde que estuvimos en carretera, no dejé de sujetarlo. Es verdad que si lo hacía, me caería, pero alguna parte en mi interior sabía el porqué. El transcurso del viaje duró, como lo esperado, unos pocos minutos. Al bajarme del vehículo, un gran peso de encima se desvaneció.

Mi cuerpo, desde la competición, está agitado como si me hubiese montado en un coche de carreras y hubiese dado diez vueltas a una velocidad máxima. Mareada.

Tengo que parar esto. Él me metió en este problema y será el que me sacará nombrándome inocente.

Me sacudí el pantalón para eliminar cualquier suciedad. Me tocaba devolverle el casco, ya que aún seguía en mi cabeza. Espero que sacarlo sea más asequible que al ponérmelo. Me pongo las manos a la obra hasta que unos dedos cálidos se posan sobre ellas.

Con cuidado, trato de mantenerme serena. No debo actuar como si me afectase, es Ethan, el gilipollas de siempre. Cuando ningún objeto se entromete entre nuestros ojos, mi mundo tiembla. No me paro a quedarnos, a apreciarnos, otra vez, decido manejar mi cuerpo. Ya lo he dejado hacer lo que quisiera, me toca tomar las riendas.

Aún no ha apartado su agarre del casco, lo que significa que mi piel fría contrasta con la suya. Deslizó los míos de alguna manera, lo que provoca que suelte un carraspeo incómodo y seco. ¿Cómo reaccionarías cuando algo que has evitado sentir desde años, vuelve con más intensidad a tu vida? Me prometí no entrometer a nadie en mi camino, yo misma tomaría mis propias decisiones evitando dañar a personas externas. Mi realidad está basada en la certidumbre donde soy fiel a mi ser, añadir a alguien ajeno en mi ambiente, trae problemas. Esos conflictos que no tienen caducidad hasta que des tu último respiro.

Me doy la vuelta encontrándome con la puerta de mi casa, debería estar corriendo. En vez, para demostrar una postura firme y segura, le siseo un agradecimiento que apenas se escucha. Ando y ando. Me agacho para coger las llaves de debajo del felpudo. Mi única salvación. Manu dijo que tenía planes, dormirá fuera. ¿Qué se les puede hacer? Gente adulta.

—¿Por qué actúas así?

Noto como tiembla la llave entre mis manos.

No veo su expresión debido a mi espalda dándole la cara. Sigo con lo mío, intentando darme paso dentro de casa. El silencio ambienta la noche de luna llena.

Zancadas se escuchan acercarse.

Apenas toca mi hombro, mi cuerpo me hace enfrentarlo.

—¿Por qué actúas tú así? — dejé caer mientras me muerdo el labio mirándole sin entender la mezcla de sentimientos en mi mirada

—Te he ayudado a alejarte de ese lugar en el que te sentías incómoda.

—No te pedí que me llevaras a casa, hubiese andado. — técnicamente, se lo rogué cuando me lanzó esa indirecta de novatos

—Ahora tengo la culpa— chasquea la lengua, molesto, echando un vistazo al cielo

Mi única reacción es elevar los hombros— incluyendo las cejas— dando a entender que estoy de acuerdo con la suposición dicha por él. En realidad, no sé. No sé nada.

—Buenas noches, Ethan.

Entré al hogar de mi tío.

Mejor dicho, entramos.

—Trato de llevarme bien contigo por el bien del equipo, en la competición no hubo comunicación entre nosotros— verbaliza cerrando la puerta con su pie—. Solo piensas en ti, egocéntrica, eso eres. Te da igual el resto, con tal de que tú estés en tu zona de confort donde tus reglas son las que sigues. ¿Te digo algo? Desde que llevas aquí, todo se ha ido a la mierda, así que por favor pon de tu parte. No puedo hacerlo todo yo, necesito tu ayuda. Por la primera vez en tu vida, no te rindas cuando se te necesita despierta y viva.

La Ola sin RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora