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5 de septiembre del 2018

Hey,

Hoy hace buen día en South Beach. Ahora estaríamos con los demás en la playa y después nos iríamos a tomar un helado en el local de al lado. Al que siempre íbamos juntos cuando te decía que necesitaba hablar. Extraño eso. Quiero hablar, Gemma. Estoy mentalmente mal. Vuelve.

Suerte.


Cameron


—El rey de South Beach ya tiene transporte propio—grito mientras me siento detrás

El pelirrojo solamente suelta una risa de las que hace cuando lo avergüenzo. El muy cabrón ha decidido desaparecer una semana entera para centrarse en sacar el carnet de conducir. Este nació con unos genes que le hacen capaz de estudiar temas extensos en poco tiempo. Desearía tener esa habilidad. Yo suelo ser de los que no se acuerda que hay examen hasta el mismo día que es. Obviamente, mis notas no son muy bonitas, pero al final del curso se balancean, ya que la inspiración se me viene al saber que hay una posibilidad de repetir curso. Eso me niego hacerlo.

Me pasa un casco rojo.

—Te ha salido barba de tanto encerrarte en tu cuarto— me burlo mientras él mantiene la vista en la carretera mientras se recoloca el suyo

—Admite que echabas de menos mi hermosa cara.

Al poner un puchero en los labios provoca que más risas invadan el ambiente. Un niño inteligente que además es el más conocido por aquí, maneja una moto. Espero que las chicas lleven bien sujetas las bragas. Me agarro de su cintura porque caerme en medio del camino no es algo que tengo planeado hacer.

<<Nunca la vas a conseguir>>

Ese pensamiento inmediato lo hago irse de mi mente. Me cago en todo. Inconscientemente aflojé el agarre.

—Perdón por llegar con retraso— murmuró para después arrancar vehemente

Dios mío. Puede que sí me caiga para atrás.

Hace cinco años, siempre decíamos que yo era el que tendría su moto antes, pero al parecer mis leves ganas de estudiar me han impedido conseguirlo. Tenía pensado empezar después del verano, recemos por que lo haga.

¿A dónde nos dirigimos? Buena pregunta.

Estamos a mediados de julio. Cada año se celebra esta típica fiesta dirigida por la abeja reina, Kim. Sí. La mujer que tuvo enredado a mi amigo entre sus garras durante casi un año. No me da buena espina la tipa, ni cualquier mujer. Al punto, este mes se celebra su cumpleaños. Llevamos tres años siendo invitados, y este año no iba a ser la excepción.

Esta aprovecha para restregarse contra el pelirrojo, típico de ella.

También consigues ligarte a unas.

Siempre lo hago, es inevitable. Si vieses a un rubio alto, acercarte a ti, ¿no te lo follarías?

No hace falta ni responder, ya sé la respuesta.

Me fijo cómo pasamos entre medio de dos coches, qué miedo. No. Mentira. El miedo es algo inexistente para mí. En solo tres minutos, una música retumba en la ancha calle. Ethan se detiene justo a un lado de la rotonda. Enfrente de la gran mansión hay unas carreteras cruzadas entre sí en forma ovalada, decorada, por el medio, con tres palmeras.

La Ola sin RumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora