A paso lento me encamino hacia mi destino después de haberle soltado a Ethan una leve mentirijilla de que me estaba meando. Lo hago, pero no literalmente, me meo del miedo que me da enfrentarme a lo que sucederá. Puede acabar bien o mal.
Esquivo a las personas disfrutando lo que expresan sus cuerpos al menearse como si la vida no tuviese dilemas que resolver. De todos modos, no me servía interesarme por los demás cuando ni yo misma apreciaba lo que tenía a mis alrededores. Eso me pasa por ser observadora, suelo notar situaciones de la gente que ni ellos mismo se percatan que elaboran. Lo que me lleva a no ver las mías propias, implicándome como un personaje secundario: perfecta para percibir.
Pisar el final de las escaleras, dirigirme a la puerta en donde una luz sobresalía de abajo y metiéndome dentro sin preguntar fue lo que causo la locura en mí. Me encaré con Riley sentada en la bañera vacía mirándose en el espejo de enfrente. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, se puso de pie agresivamente.
— ¿Qué haces?
Me atreví a permitirle a mi cerebro darle el permiso para reproducir el pasado en una serie de fotos, como si fuese una película. Mi película.
— Sí, ya estoy en su puerta, te tengo que dejar.
Guardé el aparato en mi mochila, silenciándolo a la vez. Timbré con un susurro recordándome que solo iban a ser unas horas, nada precipitado. Sería un rehén, de esas perfectas. Educadas y hermosas. Como dice Eva.
Mi sonrisa se posicionó, de manera automática, pero al ver la persona del otro lado del umbral, tiemblo. ¿Quién es esta chica? Cabello rubio, llegando a los límites de sus hombros, en donde al final unos toques rosáceos iluminaban el contraste que se hacía el color vivo con su camiseta blanca.
— ¿Eh? Eres el cartero, supongo. — frunció sus labios finos
No me lo tomé como ofensa, en ese momento me daba igual lo que parecía. Aunque ese pensamiento no duró mucho debido al encuentro con esos ojos negros, aparecer por detrás del femenino cuerpo, me dieron escalofríos. ¿Sabes esos nervios que te aguantas a la hora de presentarte al examen que represe todo tu futuro, pero que al leer el papel se te van por entender lo escrito? Bueno, en mi caso, no se han desvanecido. Siempre siguen.
— Gemma, caramelito, no sabía que venías.
— Si estás ocupado, nos podemos ver luego.
Error.
— No, el invitado nunca se va a minutos de llegar. Siéntate y te preparo un té.
Ha llegado el momento de pisar el apartamento de Dean. Menudas ganas. Demasiadas.
Un ventanal gigantesco permite la luz entrar al estudio, resaltando los colores oscuros de los que consisten los muebles. El sofá, la encimera de la cocina, la televisión y hasta las alfombras son del mismo tono. Muy aliviador entrar.
Coloqué mi abrigo en una percha en el armario cerca de la puerta, no le gusta el desorden. Al taparlo, parece que ni he estado aquí. La limpieza es clave para él. Al sentarme en el sofá, acompañada de la rubia desconocida, mis piernas se quedaron estáticas. Mis movimientos ansiosos le provocaban ataques de ira a mi pareja, nadie quisiese eso.
El silencio fue predominante entre las dos hasta que él mismo se acercó desde la cocina con una taza. Le agradecí por el amable gesto. Internamente, que esté una persona aparte de los dos me da un respiro, ya que pierdo el tiempo de lo que debo quedarme. Significa menos rato a solas.
— Te presento a mi hermana, Riley.
¿Oh?
Me giré hacia mi cuñada, sonriéndole. El día iba de peor a mejor.
— No sabía que Europa te hacía entrañar tus raíces, qué novedad.
Sus nervios aumentaron que ni siquiera podía mirarme a la cara. Su espalda era a lo me enfrentaba, ella estaba apreciando el estante lleno de perfumería. M daba igual, lo único que quería saber era la verdad.
— Tampoco sabía que estábamos en el siglo dieciocho donde los teléfonos no existen— dije subiendo el tono intencionalmente, no podía más.
— ¿No me puedes dejar en paz? ¿Te gusta estar siempre en medio? ¿No te basta con el protagonismo que tienes en redes?
Me detuve, helada. Estaba saliéndose del tema, sus preguntas no tenías sentido alguno. La respuesta de cada una de ellas, se las sabía. No soy tonta.
— No, sois tu familia y tu que no me deja vivir sin problemas— confesé eliminado rastro de lágrimas impregnadas en mis mejillas
Se giró, encarando. Haciéndose la fuerte, lo que yo no podía hacer. Sus mejillas estaban rojas, llenas de enfado. Me pasó de largo para irse al lavabo en donde ella misma abrió el grifo para echarse agua fría en la cara. Estuvo así unos minutos hasta que lo apagó. Levantó su columna, mirándome desde el espejo. Yo apreciando su reflejo en el cristal. Las gotas resbalaban por su piel hasta volver por donde vinieron: el desagüe.
— No ha sido idea mía esto, te lo prometo— murmuró como si lo que me dijese fuese un secreto que prometió nunca desvelar
Mi ceño se frunció, aumentando la ansiedad en mi sistema.
— ¿Dónde está tu hermano? — expuse sin anestesia
— Abre los ojos a la de tres, caramelito.
Estaba entusiasmada, era mi primer aniversario con mi novio. Me sentía grande porque con solos catorce años tengo a un hombre apuesto a mis pies, no cualquiera lo tiene.
— Todo tuyo, amor.
Al abrir mis órbitas me encontré con un peluche rosita con un corazón en medio en el que un <<te amo>> se inscribía en la tela. Me derretí.
Sus pupilas agrandando me hicieron descifrar el oscuro secreto detrás de ellos. Su regalo era un incentivo para que él pudiese tener vía libre.
¿Mi primera pasarela con mi novio? Perfección. Que me hayan contratado para despedir un desfile de moda otoñal me hace sentir orgullosa de mí misma. No sabía cómo expresar mi felicidad que no me pude resistir a las caricias de Dean en el camerino después del regalo. Al principio de nuestra relación, me sentí incómoda por la rudeza, no obstante, me he acostumbrado. Eva dice que así son los hombres de verdad. Confío en ella, es la única persona en la que hacerlo.
— Dime que no es verdad, Riley— traté de mencionar con la última pizca de tranquilidad que residía en mi cuerpo
Dejó de estar apoyada en la encimera del lavabo para dedicarme una mirada completa. Su vestido verde pegado a sus curvas, los tacones grisáceos llegando hasta el inicio de sus rodillas y su collar. Nuestro collar.
Cómo puede una persona que ha llegado a conocer todo tu corazón por completo, desnudo, con sus cicatrices y, de todos modos, decide lastimarlo todavía más. Ella fue mi soporte después de percatarme de mi realidad. Lo tenía idealizado. Lo que para mí era amor, en el otro multiverso es conocido como abuso emocional. Razón adicional por la cual los soñadores nos tenemos que acomodar a tener los pies sobre la tierra para no acabar con una flecha atravesando nuestros inocentes corazones.
Nuestra amistad fue una mentira.
— Dime que cuando salga de aquí, no me lo voy a encontrar— supliqué dejándome llevar por las emociones
Riley eludió mirarme a la cara, manteniendo inclinado su cabeza hacia un lado, donde mi desesperado ser se encontraba.
Traté de suplicarle de que me sacara de todo esto, pero unos toques en la puerta hicieron que mis pulmones intercambiaran oxígeno. No, dime que no.
— Me ha venido a recoger.
Me pegué a la pared, lo más lejos posible de todo, intentando mantener cruda mis respiraciones. Recordé el método de Ethan. Ethan. Lo necesitaba conmigo.
<< Inhala, mantener 3 segundos y, exhala>>
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La Ola sin Rumbo
RomanceTodo el mundo tiene un pasado. Para algunos solo hay recuerdos felices en los que desearían volver a experimentarlos de nuevo a medida que crecen. Otros prefieren nombrarlo a todo pulmón lo que habían experimentado, sin miedo a las críticas. Como na...