15- La noche

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Salí de la ducha con dolor de cabeza.
Lo siento pero no podía parar de pensar en Alessio y como lo había dejado en la piscina.

Lo mejor sería...

Bia entró al cuarto interrumpiendo mi debate mental.

—Venga, tía. Hemos reservado en un restaurante con vistas al río ese o lo que sea. Ese en el que hay barcas y de todo, es precioso y tiene buenas reseñas.—

— Y yo todavía en toalla...— murmuré.

Bia me escogió la ropa.

Decidió coger la cosa más arreglada que llevaba en la maleta.

Era un vestido de seda largo y negro que tenía un gran corte, dejando toda la pierna al descubierto. En realidad no era mío, era de mi madre pero me lo regaló porque ya no le cabía.

Me quejé un poco pero terminé por ponérmelo, me maquillé y de zapatos llevaba unas sandalias con un poco de tacón plateadas.

Salimos de la habitación las dos ya listas y sorprendentemente bien de tiempo.

Nos montamos en el coche y está vez evité sentarme al lado de Alessio, en general lo evitaba a él.

Me senté en el asiento trasero junto a Bia y Ryan en el del copiloto.

Vi a Alessio fruncir el ceño pero lo ignoré. Necesitaba pensar y claridad, cosa que me costaba encontrar estando alrededor de él.

                           **********

Llegamos al restaurante y como dijo Bia, era precioso y tenía unas vistas increíbles.

¿Porque Italia tenía que ser tan bonita?

Ojalá vivir allí.

Dejé ese sueño atrás porque sabía que no era posible, todo tenía su fin y este viaje también.

La mesa era de cuatro, Bia y yo al lado y Ryan quedaba delante de ella. Ya sabemos quien quedó delante de mí.

Comimos tranquilos, ¿a que no sabéis qué plato me pedí?

Exacto, el que me recomendó Alessio aquel día en Roma, los espaguetis esos con carne y verdura. Es que estaban buenísimos.

Entonces noté algo, ¿qué...?

Vale, ya sé lo que es.

Era el pie de Alessio. Me pegó una leve patada haciendo que levantara la vista y le mirara a los ojos por primera vez desde la piscina. Le había estado evitando muy notablemente.

Le miré con una exagerada expresión de dolor a causa de su patada, cosa que le hizo sonreír.

Mierda, ¿cómo iba yo a contarle eso y arruinarlo todo si hacía eso, si me sonreía así? Solo había una solución.

Pero no quise pensar más en ese tema.

Pagamos cada uno su plato excepto yo porque Alessio lo pagó antes de que me diera cuenta y no hubo forma de hacerle aceptar el dinero.

Idiota.

Llegamos a la casa y cada uno fue a su habitación a dormir.

El problema era que no podía dormir, y se ve que no era la única porque la puerta se abrió poco a poco y alguien entró silenciosamente.

Me giré para encender la lámpara que tenía detrás de la cama.

Era Alessio.

—¿Pretendes asesinarme mientras duermo?— bromeé.

El momento en el que te vi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora