#AceiteDeBroncear
Tenía tres botones de la camisa social lavanda desabotonados, exhibiendo buena parte de su pecho definido. En esa pequeña área peligrosamente expuesta, era posible ver dos o tres marcas rojizas.
La piel cálida y un tanto colorada siempre lucía renovada cuando dejaba aquel lugar. De hecho, sus facciones no engañaban a nadie: era como alguien nuevo cada día 16.
Fue el primero en comenzar y fue el primero en irse. Era el acuerdo. Terminado lo que tenían que hacer, él dejaba el lugar primero, trayendo con todo su ego y esa sonrisa maligna hacia el exterior de ese glamoroso edificio.
Obviamente, no se rebajaría a un motel de quinta. No cuando sus bolsillos reventaban de dinero y su cuenta bancaria podría comprar toda esa compañía. Si quisiera, simplemente podría reconstruirla desde cero. El nivel de su altivez realmente lo precedía.
Continuó con paciencia, las manos en los bolsillos del pantalón de vestir negro y la corbata azul marino suelta sobre sus hombros anchos, mientras veía su rostro en el espejo, tirando hacia atrás sus cabellos oscuros.
Era un narcisista que se satisfacía por demás siempre que analizaba sus rasgos faciales. Un disfrute propio, es lo que diría él.
Cuando el elevador llegó al estacionamiento, bajó y caminó hacia su propio carro, el único del estacionamiento, justo en ese día en específico.
No era un tonto. Siempre escogía el mismo motel que, a pesar de ser elegante y caro, era lejos del centro y bien discreto. No quería tener que preocuparse con fotos que mancharían la imagen de su familia o con la posibilidad de encontrar un rostro conocido que pudiera causarle problemas.
Después de unos minutos, Jungkook ya golpeteaba los dedos en el volante, a algunos kilómetros de distancia de ese lugar tan de “bienvenida”. Solo entonces se atrevió a encender el celular, conectándolo al carro. La voz automatizada que lo incomodaba profundamente sonó por todo el vehículo.
Un tanto reservado, Jeon tenía la costumbre de andar con los vidrios cerrados y el aire acondicionado encendido –aunque supiera que su respiración se degradaba con ello y con los cigarros que su padre y él consumían, no le interesaba dejar ese mal hábito.
Su empleo le daba libertad de tener un bajo perfil, a fin de cuentas, nunca se sabía cuándo Jungkook jugaba como un dominó con las debilidades de las personas.
Tiene cuatro nuevos mensajes de texto. ¿Leer?
—Sí.—dice, pisando el freno con tranquilidad debido al semáforo rojo.
Mensaje uno. De Jeon Haewon, a las cinco y tres de la tarde.
La voz anunció pausadamente, seguido de un pitido.
—¡Llámame, Jungkook! ¡Necesito hablar contigo! ¿Por qué nunca estás en casa? –sonaba molesta, pero así era como sonaba generalmente fuera de las cámaras o cuando no tenía que preocuparse en sonreír falsamente.
Mensaje dos. De Jeon Haewon, a las cinco y veintidós de la tarde.
—¿Para qué tienes un celular si no pretendes usarlo? ¡Eso es tan irritante! ¡Llámame! –Inevitablemente, Jungkook soltó una pequeña risa, sabiendo que cuando la viera su hermana enloquecería.
Mensaje tres. De Jeon Haewon, a las cinco cuarenta y seis de la tarde.
A ese punto, el semáforo había cambiado a verde y ahora Jungkook presionaba a fondo el acelerador, continuando con su camino.

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Wheeler-Dealer
FanfictionJeon Jungkook y Park Jimin se encuentran dos veces al mes para tener sexo; sin intercambiar nombres, sin revelar sus identidades ni rostros. Se reconocen en la fiesta de compromiso de Jihyun y Haewon; los novios son el hermano de Jimin y la hermana...