Jimin se despertó con el sol en la cara. Poniéndose a pensar, ni siquiera podía decir cómo pudo dormir.
Esperaba que todo fuera un mal sueño, realmente esperaba que lo de ayer no hubiera ocurrido. Pero al agarrar la invitación de boda que había en la mesita de noche, vio el nombre Jeon escrito ahí, y eso le confirmaba que no, no era una escena creada solo por su cabeza.
Jeon Jungkook existía.
Jimin miró su propio abdomen, recordando su último encuentro en el motel, una semana atrás. Todas las marcas permanecían, porque el hombre detrás de esa máscara se aseguró de hacer un trabajo minucioso y memorable.
Y Jungkook era él... Jungkook marcó su cuerpo hace una semana.
Jimin cerró los ojos y recostó la cabeza en la almohada, sintiéndose mal a pesar de que su salud estaba en perfecto estado. Sintió que se dirigía a la horca, que se descubrían sus pecados, que las miradas lo juzgaban.
Y en este momento, quería que le cortaran la cabeza de una sola vez.
— ¡Infierno! — Murmuró, pasándose un brazo por la cara, impidiendo que el sol le llegara a los ojos.
No saldría de esa habitación ni siquiera como último recurso.
Pero sus planes se vieron frustrados cuando escuchó el timbre de la puerta y la voz de su madre.
— Mira la hora, Jimin. Deberías estar desayunando con tu hermano.
Respiró profundamente, apretando los puños.
— ¡Que se joda! — susurró, enfadado.
Eso era un tormento.
Esa misma mañana, sin importar lo innecesario que era ese acto, Jungkook se levantó temprano. No eran ni las seis de la mañana cuando abrió los ojos y ya no pudo dormir, pues sabía que no podría hacerlo.
Tenía un cuerpo entrenado para ser productivo. Ese matrimonio estaba acabando con su rutina.
Si estuviera en Seúl, se ducharía, tomaría un café y se iría a la oficina. Tal vez tuviera que hacer un viaje a China, o tal vez a Estados Unidos, para resolver los asuntos pendientes en ese lado del mundo.
Inevitablemente, se sorprendió a sí mismo pensando en la cantidad de casos acumulados que tendría en su escritorio después de aquella boda. Ah, pero el pensamiento no duró ni cinco segundos. Todavía acostado en su cama, con los ojos fijos en el techo, su mente vagó hacia la extraordinaria figura de Park Jimin; no solo el Park Jimin vestido formalmente que vio en el salón, caminando elegantemente como una especie de bailarín con una coreografía lista para deslumbrar a todos. No era solo este Park Jimin en el que estaba pensando. También estaba pensando en el Park Jimin del que, hasta hace poco, no sabía el nombre. El hombre desvergonzado que besaba su cuerpo, que lo lamía con lujuria, que lo tocaba con avidez. En el hombre con el que se entregaban mutuamente.
Era ese Jimin en el que Jungkook estaba pensando.
Levantándose disgustado por su incapacidad para dormir un poco más, se dirigió al cuarto de baño, demorándose bajo el chorro de agua caliente. Se frotó el cabello pulcramente cortado y, tras la ducha, envuelto sólo en una toalla, se afeitó.
Finalmente se puso una camiseta y unos pantalones cortos, se puso tenis para correr y salió del hotel, deteniéndose solo para comprar un refresco cualquiera en el restaurante.
De nuevo, Jungkook recordó por qué odiaba las playas durante su carrera esa mañana. Acabó corriendo menos de lo esperado, frustrándose un poco cuando miró su reloj inteligente, viendo que indicaba que solo había hecho tres kilómetros.
ESTÁS LEYENDO
Wheeler-Dealer
FanfictionJeon Jungkook y Park Jimin se encuentran dos veces al mes para tener sexo; sin intercambiar nombres, sin revelar sus identidades ni rostros. Se reconocen en la fiesta de compromiso de Jihyun y Haewon; los novios son el hermano de Jimin y la hermana...