26 | Love has no credit cards

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Dejando el teléfono a un lado, Jungkook se recostó en la silla acolchada, centrando su atención al 100% en Jimin.

Jimin desvió la vista hacia la caja, luego de finalmente apartar la vista de la Jungkook. Porque ah, este hombre tenía una mala manía por tratarlo como si fuera un talismán. Ojalá tuviera su coraje para decir esas cosas también.

Recogió la camisa rosa, un rosa sutil, casi llegando al melocotón. Se la puso sin cerrarla por completo. Era suave y tenía un brillo satinado.

Se volteó hacia Jeon, caminando hacia él.

— ¿Está bonita?

—Sí. — Jungkook asintió, colocando las manos en su cintura. — Es mi favorita hasta ahora. — Confesó tocando los botones lentamente.

Antes de que pudiera decir algo más, nuevamente la asistente regresó, ahora trayendo unas quince cajas.

— No estaba segura de la talla, señor. — Admitió, y, con el resto de su coraje, miró a Jeon a los ojos; Pero al encontrarse con los ojos oscuros y fríos en su dirección, se sonrojó violentamente sintiéndose intimidada.

Jeon odiaba las tiendas de ropa y aún más a los empleados y solo Dios sabía cómo odiaba probarse la ropa o tener que esperar.

Poniéndose de pie, se acercó a Jimin y dejó un casto beso en sus labios, sonriendo.

— Prueba con los pantalones. — Pidió dejando una palmadita rápida en su trasero. — Quiero ver cómo se te lucen. Y tú—miró a la asistente. — Puedes irte. Si es necesario, te llamaremos. — Dijo simplemente y ella asintió, un poco sorprendida por la rudeza de sus palabras, pero luego se alejó lentamente.

—Aish, la avergonzaste— lo regañó bromeando, y se quitó los zapatos, desabrochó los pantalones y se los quitó con lentidud.

Escogió el primer pantalón, completamente negro, siguiendo el tono satinado de su camisa, y se miró en el espejo, el brillo hizo que su trasero luciera más grande.

— ¿Qué opinas de este?

Jungkook no parecía ser el tipo de persona que tenía paciencia para estas cosas, pero a Jimin le importaba una mierda. Podría darle una recompensa después, ah.

—Me gusta. — Reflexionó, mirándolo por completo. —Te ves bien con ropa ajustada, así que cualquier cosa que uses que esté pegada la encontraré hermosa. — Admitió con una risita y luego inclinó la cabeza hacia un lado.— Aun así te prefiero sin ropa, pero este luce bonito. Puedes usarlo en la próxima fiesta a la que vayamos juntos. Preferiblemente sin que nadie de mi familia o de la tuya esté de por medio. — Jungkook no era del tipo de persona que iba a fiestas, pero Jimin parecía disfrutar de salir a bailar, así que Jeon quería llevarlo a bailar.

Y, por supuesto, quería mostrar lo hermoso que era Jimin a todos ahí fuera. Quería mostrarle al mundo lo afortunado que era.

— ¡El siguiente!

Jimin se rió débilmente, se desnudó de nuevo y se puso un par de pantalones más, pero este no le gustó, así que lo cambió otra vez.

Jungkook vivía imaginándolos juntos, y fuera de Australia, siempre de alguna manera dejando escapar esas hipótesis, porque quería convencer a Jimin, y Jimin se daba cuenta de eso pero prefería ignorarlo, porque pensar en ello le daba dolor de cabeza.

Por supuesto que quería pasar el rato con Jungkook, y presumir de él también, porque también tuvo la jodida suerte de poder penetrar en el corazón de alguien tan apático a las emociones. Pero, ¿cómo lo haría? ¿Cómo estaría en paz? ¿Cómo podría ser visto junto a Jeon? ¿Y cuánto tiempo funcionaría? Porque Jimin es jodidamente molesto, es gruñón, es indeciso, es adicto a las cosas nuevas, se cansa fácilmente de todo, odia las rutinas.

Wheeler-DealerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora