Capítulo 5

780 75 12
                                    

El lunes por la tarde fue, cuanto menos, curiosa. Natalia era testigo de las miradas de su amiga con la chica que le había estado robando los pensamientos desde hacía días. No podía evitar sentir una presión en el pecho al darse cuenta de la complicidad que desprendían.

-No las aguanto más, Marta.- Lloriqueó cuando acabó la tarde, que se le había hecho eterna.

-¿Por qué no salimos esta noche? Con suerte conoces a alguna. Total, en dos meses te vuelves a Pamplona.- Justo cuando le iba a contestar que sí, Joan propuso ir todos juntos a tomar algo a un bar cercano.

Tuvieron que juntar dos mesas para caber todos. Natalia, por mucho que intentó sentarse lejos de Julia y Alba, acabó frente a ellas. Para su sorpresa, no estuvieron tonteando entre ellas, quizás no querían que la gente supiera aún nada.

-¿Cantas?- Preguntó Alba tras un largo rato en el que estuvieron hablando de mil cosas.

-Bueno, sí. Tampoco te creas, ¿eh? A Julia le gusta exagerar.- Se encogió de hombros Natalia, algo tímida.

-Conozco un local donde tocan música en directo. Están buscando a gente, por si te interesa.

-¿De verdad?- Se interesó. Alba tuvo que morderse el labio al ver el brillo en sus ojos. Era monísima.

-Claro, luego le paso a Julia la dirección para que te la pase.

Cuando salieron del bar, era bastante tarde, por lo que cada uno puso rumbo a su casa. Julia no dudó en invitar a la rubia a pasar la noche con ella, pero esta se negó. Quería aprovechar el trayecto en autobús para conocer mejor a Natalia. Esa tarde habían podido hablar y conocerse un poco mejor. Alba pensó que, quizás, la cerveza que se había tomado la más alta, la ayudó a soltarse un poco más.

-¿No vas en bus?- Se desilusionó Alba cuando vio que la morena se desviaba por otra calle.

-Mh... He venido en moto.- Se rascó la nuca nerviosa, mirándose las zapatillas.- ¿Quieres... Quieres que te acerque?- Levantó la vista nerviosa.

-No sé, no sé... ¿Desde cuándo conduces? No debes tener mucha experiencia.- La vaciló, acercándose a ella.

-¡Oye!- Frunció el ceño indignada.- Llevo moto desde los dieciséis.

-Vale, vale.- No pudo evitar reírse.

Natalia cogió uno de los cascos y se lo ofreció a Alba. Ambas estaban nerviosas. Una solo pensaba en lo que iba a ser llevar a la otra abrazada a su cuerpo, mientras que la otra solo esperaba poder llevarse bien con la amiga de la chica con la que tenía algo.

-Sujétate fuerte, rubia.- Advirtió antes de arrancar.

El camino en moto era media hora, pero se les hizo corto a las dos. Querían compartir tiempo juntas pero no sabían qué excusa poner. Fue la mayor de las dos la que decidió dar el paso de proponer algo.

–¿Te parece si vamos a cenar? Se ha hecho tarde y dudo mucho de que mi hermana me haya dejado algo preparado.- Disimuló los nervios, de los cuales Natalia se hubiera dado cuenta si ella no los tuviera también.

-Sí, claro.- Sonó despreocupada.- ¿Tienes una hermana?- Retomó la conversación cuando se pusieron a andar.

-Sí, más pequeña que yo. ¿Tú tienes hermanos?- Asintió entonces Natalia.

-Dos. Santi y Elena.

-¿Y están aquí en Valencia contigo?

-Qué va, es... Bueno.- Suspiró algo tensa. No le gustaba hablar de su vida privada. Aunque sí era cierto que Alba le transmitía confianza.- Mi abuela tiene alzhéimer y como mis padres no encontraban a nadie para el verano, me ofrecí yo.- Se encogió de hombros.

-¿De verdad?- Se sorprendió. Aquella imagen que tenía de ella no le cuadraba para nada con lo que le estaba contando.- ¿Y por qué no se vienen tus padres?

-Trabajan los dos. Elena se iba de campamento, y Santi estaba pendiente de una entrevista de trabajo. Y como a mí me daba igual buscar trabajo de socorrista en Pamplona o aquí, pues me vine yo.

-¿Y tú sola te apañas bien?- Se preocupó. Aquella situación era complicada para cualquier persona, pero teniendo en cuenta su edad, le asombró la naturalidad con la que lo llevaba.

-Sí, bueno. Hay días que se me hacen más duros, porque no se acuerda de mí.- Se le quebró la voz.- Dejemos el tema, por favor.

-Natalia...- Se le escapó un puchero al verla hacerse pequeñita. Frenó en mitad de la avenida, cogiéndola del brazo y rodeándola por la cintura después.- Si algún día necesitas algo puedes contar conmigo. Aunque solo sea hacerte compañía para que no se te haga tan cuesta arriba.

-Gracias.- Musitó con la cabeza apoyada en la de la más bajita.

-Ni se te ocurra dármelas.- La apretó más contra su cuerpo cuando la notó temblar debido al llanto.

-Bueno, ya está, venga.- Se separó para limpiarse las lágrimas, dedicándole una sonrisa sincera.

Siguieron caminando sin fijarse realmente en ningún local para cenar. Hablaron de todo y nada. Se sentían cómodas con la otra. Sentían que podían ser ellas mismas, que no iban a ser juzgadas.

Alba poco a poco fue dándose cuenta de que no había acertado casi nada en la personalidad de Natalia. Quizás sí que era la típica adolescente que no quiere nada serio y prefiere rollos de una noche. Pero era madura, responsable y, cuando la conocías un poco más a fondo, un amor de persona.

Natalia, por otra parte, pudo confirmar que encajaba a la perfección con Alba.

Y no pudo evitar sentir miedo cuando se dio cuenta de que Marta podría llegar a tener razón.

Esa chica le interesaba demasiado como para solo verla como una amiga más.

-Alba, que nos hemos puesto a hablar y se ha hecho tardísimo.- Abrió mucho los ojos al ver la hora en su móvil.- Estará todo a punto de cerrar.

-¿Qué dices?- Frunció el ceño- ¿Qué hora es?- Creyó que la morena exageraba.

-Las once y media. Es que tienen que estar cerrando ya todas las cocinas.

-Joder, pues... Nada. Me bebo un vaso de leche y ya.

-Que no, mujer.- Se atrevió a coger su mano.- Vamos a mi casa, que algo rápido habrá.- Comenzó a andar.

Alba ni siquiera pudo contestar. Se había quedado muda en cuanto notó la mano tatuada de Natalia rodear la suya. Se había puesto nerviosa y no entendía ni por qué. Habían estado un rato largo juntas, hablando de cosas sin importancia. ¿Por qué de repente se ponía nerviosa?

Bajó la vista y sonrió sin querer al ver aquella unión. Giró la cabeza en un patio y se vio reflejada en aquel portal, con aquella sonrisa inconsciente y con una morena de metro ochenta cogida a su mano. Vértigo. Miedo. Escalofríos. Ganas de saltar a donde hiciese falta.

Esa sensación que le faltó cuando besó a Julia.

Esa sensación que tanto se negaba a sentir.




-------
Yo no sé para qué me lo organicé para subir martes y viernes, si casi casi estoy subiendo uno nuevo día sí, día no. 

Va, a partir de ahora ya sí que lo cumplo, martes, viernes y domingo capítulo.

Espero que os esté gustando jsjsjsjs.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora