Capítulo 23

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-¡Alba!- Dio un salto en la cama cuando comenzó a escuchar el golpe de una sartén contra otra.

-Te la debía.- Sonrió orgullosa de sí misma, riéndose sin poder evitarlo.

-Ven aquí, anda.- Se unió a las carcajadas de la rubia, cogiéndola de la cintura y comenzando a dejar besos por toda su cara.

-¡Nat!- Se rió aún más cuando la aludida empezó a hacerle cosquillas.- ¡Natalia que odio las cosquillas!- Gritó en vano. Fue cuando le dio una patada sin querer (queriendo), que la otra paró.

-No quiero salir en todo el día de aquí, Albi.- Se abrazó a ella todo lo que pudo, escondiéndose en su cuello.- Y a poder ser, te quiero vestida así todo el día.

-Pero si solo llevo las bragas puestas, Nat.- Frunció el ceño.

-Pues por eso.- Sonrió inocente.

-Pues siento comunicarte que esta noche trabajas.- Bufó.- No soporto a las tías que se quedan mirándote mientras babean, Nat. No merezco.- Hizo un puchero.

-Pero si yo te miro a ti, tonta.

-Ay, justo lo que yo quería oír...- Suspiró para mostrar su satisfacción ante aquella respuesta de la morena, provocando las carcajadas de esta última mencionada.

-Jo Albi.- Suspiró, colocándose boca arriba y cerrando los ojos.- Mañana dejas de ser mi novia.

-No empieces con eso que lloro, Nat.- Se acercó a ella para abrazarla por la cintura.- No quiero que te vayas.

-¿Y si te rapto?- Comentó con emoción, como si lo dijera en serio.

-Claro.- Ironizó.- ¿Te rapto yo a ti?

-Vale.- Asintió conforme.- Yo lo que quiero es estar pegadita a ti todo el día, rubia.- Le guiñó el ojo.

-¿Y qué hay de tu familia?- Se rió.

-Ya, bueno.- Musitó.- Puedo ir a verlos de vez en cuando.

-¿Y quién te mantiene?- Se rió ante la inocencia de la morena. En cosas como aquellas se notaba la diferencia de edad.- Porque a mí el sueldo me da justito, guapa.

-Pues... Pues...- Frunció el ceño al verse sin más argumentos.- Jolines Albi.- Se cruzó de brazos.

-Ven aquí, anda, que yo hago que se te olviden todas las penas.- Sonrió divertida, colocándose sobre ella y besándola con ganas.

Se pasaron toda la mañana en la cama y, si no fuera porque a la una les entró hambre, no se hubieran levantado hasta que la morena tuviera que entrar en el bar. Comieron escuchando la televisión de fondo, pues querían hablar de hasta del pelo que soltaba Queen. Se les acababan las horas y no querían perder ni un segundo. Suficiente eran los pocos minutos que se separaban para ir al baño.

Durante aquella semana habían podido hacer como que ese día no iba a llegar, pero verlo a la vuelta de la esquina, les había hecho caer en una realidad que no les gustaba en absoluto.

-Me fliparía poder hacer con este último mes lo mismo que hacemos cuando nos viciamos a una canción.- Musitó Natalia cuando sabía que debía empezar a prepararse para ir al bar.

-¿Ponerlo en bucle?- La morena solo asintió en respuesta.- Pues a mí no.- Frunció el ceño ante la idea.- Acabaríamos aborreciéndolo. ¿O no has dejado de escuchar nunca una canción porque te gustaba tanto que la tenían en bucle hasta para ir a comprar el pan?

-Ahí llevas razón.- Hizo una mueca, conformo.- ¿Pero que no quiero que se acabe? Eso seguro.

-Yo tampoco quiero, amor.- Dejó varios besos en su mejilla.- Pero deberías ir metiéndote en la ducha, Nat.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora