Capítulo 11

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-Marina, ¿me reservas una mesa para esta noche en el bar?- Fue lo primero que dijo en cuanto entró en su casa.

-¿En el bar, desde cuán...?- Se quedó callada y sonrió divertida.

-He quedado con María para cenar, simplemente.- Quiso dejar claro para que su hermana no le diera la lata con el tema.

-Claro, sí, has quedado con María, que vive en la otra punta de la ciudad, para ir al bar donde, ¡casualmente! trabaja la chica que te gusta y que, ¡qué casualidad! me dijo que este viernes iba a cantar una canción propia.

-¿Te lo ha dicho?

-No exactamente.- Se rió al recordar las súplicas de Natalia.- Me pidió no sé cuántas veces, no sé de cuántas formas, que por favor te hiciese ir sí o sí.

-Qué mona.- No pudo evitar sonreír.

-Madre mía.- Rodó los ojos.- Me voy antes de que acabe potando purpurina.

-¡Pero si no he dicho nada!- Se quejó Alba.- Para una vez que digo algo de lo monísima que me parece.

-Es suficiente con la carita de encoñada que pones, guapa.- Le guiñó el ojo.

Alba decidió que, tras la marcha de su hermana, iba a dedicarse aquella tarde para ella. Para aclararse, para pensar en lo que quería y en lo que no. Para ver si, de una vez por todas, se atrevía a dejarse llevar con Natalia.

Tenía muchas ganas de intentar algo con ella, pero no paraba de recordarse a sí misma que en algún momento volvería a Pamplona.

Terminó por meterse en la ducha para despejarse. La posibilidad de simplemente aprovechar el tiempo que la morena estuviera allí también le pareció una buena idea.

Se miró al espejo cuando terminó de vestirse; unos pantalones de pinzas negros y un top blanco. Dudó en si maquillarse o no, y acabó poniéndose tan solo algo de rimel. No quería que Natalia pensara que iba por ella, aunque estaba claro que era por eso. Quería poder picarla con algo y si se arreglaba en exceso, sabía que sería la morena la que le vacilaría a ella.

-¿Ya has pensado en lo que le vas a decir a tu churri?- Fue lo primero que dijo María nada más verla.

-No es mi churri.- Sonrió, sin embargo. Estaba demasiado ilusionada por escucharla cantar. Y por todo lo que le quería decir cuando acabara.

-¿Estás nerviosa?- Le pasó el brazo por sus hombros y la apretó contra su cuerpo sin dejar de andar, aunque ese acto se les dificultó bastante a ambas.

-No mucho, en realidad... Me da confianza saber que es ella.- Notó cómo se sonrojaba.- No sé... Quiero conocerla mejor antes de nada. Vale que entre los días en la piscina y en las quedadas que hemos hecho todos, la he conocido lo suficiente, si no fuera así no tendría tanto interés en ella. Pero creo que necesito un poquito más. No sé si tiene mucho sentido.

-Te acojona que no estéis en el mismo punto.- Intentó adivinar. Alba asintió.- Tía... Natalia es una chica de puta madre. Tendrá dieciocho años y parecerá que se tira a todo lo que pilla, pero ni siquiera te has planteado que, quizás, cuando se pilla por alguien es un solecito. ¿Tú nunca has tenido rollos de una noche o qué?- La miró obvia.- Pocas veces, cierto es, pero los has tenido.

-Ya, pero...

-No pongas eso de excusa porque sabes perfectamente que lo que haya hecho con otra gente no tiene por qué interponerse en lo que tengáis vosotras. Que haya tenido rollos de una noche, no quiere decir que vaya a seguir así a pesar de estar contigo. Así que si tienes miedo puedes hacer dos cosas; te lanzas o dejas de marearle.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora