Capítulo 10

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El miércoles habían quedado después del turno de Natalia, Julia y Marta. La primera mencionada buscó a Alba con la mirada. Los demás no pudieron evitar mirarse entre sí. Todos estaban al tanto de aquella situación; una babeaba sin parar por la otra, y esta pasaba todo lo que podía de la otra.

-Llega en media hora.- Informó María, que había estado hablando con su amiga por WhatsApp hacía cinco minutos.

-¿Quién?- Se hizo la disimulada. Se dio cuenta de que no le había salido muy bien cuando todos los demás soltaron una pequeña risa.

-Te ha dado fuerte con la Reche, ¿eh?- La miró Julia divertida.

-No sé de qué me hablas.- Intentó una vez más hacerse la disimulada.

Se sentaron en las mesas entre piques y vaciles hacia la más joven del grupo que, resignada, acabó contando lo que para ella eran grandes avances; una sonrisa de Alba en la parada del bus. No había dejado de pensar en eso desde el lunes.

-Hola chicos. Perdonad, es que el bus se ha retrasado muchísimo.- Saludó a la vez que se sentaba.

Natalia pensó que nunca había visto a nadie que le sentara tan bien un chándal. Se quedó embobada.

Alba sonrió por ello.

Empezaba a flaquear y lo sabía.

-Nat, ¿me dejas probar esa cerveza?- Todos se quedaron en silencio en cuanto pronunció su nombre. Natalia casi chilla cuando, no solo fue consciente de que le hablaba a ella -y exclusivamente a ella- sino que, además, le había llamado Nat.

-Claro, toma.- Se levantó al segundo, haciendo que casi toda la gente de aquel local se girase a mirarla cuando arrastró la silla haciendo un ruido algo estridente.

-Gracias.- Sonrió la rubia antes de darle un pequeño sorbo. Sabía de sobra que la marca de cerveza que se había pedido Natalia le gustaba, pero quería volver a aquel tira y afloja tras haber hablado largo y tendido con su hermana sobre la noche en la que se acostó con la morena.

Flashback.

No le apetecía en absoluto entrar en casa. No sabía si se encontraría a su hermana o no en casa. Hacía dos días desde lo ocurrido y casi no le había ni hablado.

-Alba.- Apareció Marina en menos de tres segundos frente a sus ojos, con cara de arrepentimiento.- Te juro que no sabía que era ella. Ni significó nada.- Repitió como un mantra desde que se había acostado con Natalia.

-No me apetece hablar ahora, Marina. ¿Puedes respetar eso o tampoco?- Pasó de largo hacia la cocina.

-Oye.- La siguió con el ceño fruncido.- No me puedes decir que no te he respetado porque no sabía ni el nombre de la chica por la que te estabas pillando.

-Tienes razón.- Aceptó la más bajita.- Pero no me apetece hablar.- La miró con una pizza en la mano, pero poco le duró mantener sus ojos sobre los de su hermana.- ¿Pizza?

-¿Vas a ignorar el tema de verdad? ¿Y puedes mirarme a la cara?- Bufó.- Mira, lo siento, pero es algo que no puedo cambiar. Si me hubieras dicho que es ella, ni me habría acercado.

-Marina, no estoy enfadada.- Cerró los ojos y suspiró con fuerza.- Pero no me apetece hablar contigo sabiendo que te la has follado, ¿vale?

-No, no vale.- Se sentó en una de las sillas.- Siéntate y vamos a hablarlo, estoy harta de que parezca que vivo sola.

-Joder.- Se resignó y se sentó tras meter la pizza en el horno.

-Pregúntame lo que quieras saber para dejar de comerte tanto la cabeza.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora