Capítulo 8

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El local que habían reservado era bastante más amplio de lo esperado. O eso pensó Natalia cuando entró. Buscó entre toda la gente alguna cara conocida y comenzó a andar cuando consiguió divisar a varias compañeras de su trabajo.

-¡Natalia!- Escuchó tras ella.- Pensaba que ya no venías.

-Hola Marina.- La saludó con un abrazo. Desde que había empezado a trabajar en el bar como cantante cada viernes, habían encajado a la perfección.

-He tenido un problemilla con mi abuela, pero ya está todo arreglado.- Le guiñó un ojo.

Poco después Marina tuvo que irse a saludar a un par de amigos que habían entrado. Natalia se quedó sin saber que hacer hasta que, en un vistazo rápido al local, vislumbró una cabellera rubia que podría haber reconocido en cualquier sitio.

Se acercó lentamente para poder apreciar bien aquella figura envuelta en un vestido negro. No era un vestido ceñido, cosa que le sorprendió porque siempre había pensado que Alba era la típica chica a la que le gustaba ir llamando la atención. Estaba acostumbrada a verla con el uniforme de la escuela de verano cuando iban a la piscina, por lo que tampoco se esperó que, al girarse, sus ojos la atrapasen de aquella manera casi hipnótica. Se había maquillado un poco, nada cargado, pero sus ojos resaltaban más que nunca.

-¿Natalia?- Frunció el ceño cuando se la encontró prácticamente frente a ella.- ¿Qué haces aquí?

-Trabajo con Marina.- Se encogió de hombros.- Si tuvieras mi número, sabrías que también estoy en el grupo de WhatsApp junto a todas las compañeras del bar.

-Ya, bueno.- Se encogió de hombros.- Tampoco es que tenga interés en tener tu número, ¿sabes?- Sonrió a pesar de lo que había dicho. Empezaba a gustarle aquel pique que tenían.

-Claro, tú eres más de meterte directamente en mi cama.- Se acercó ligeramente a ella.

-Pero al final solo me hiciste dormir, Natalia.- Levantó ligeramente la cabeza para mirarla directamente a los ojos.- Tuve que hacer un gran esfuerzo para solo dormir.

-¿Sí?- Se mordió el labio sin poder evitar mirar los de la rubia. Esta solo pudo asentir al ver el labio inferior de la morena atrapado entre sus dientes. Quería ser ella quien lo mordiera.

Se asustó ante tal pensamiento.

Y tuvo que alejarse.

Se negaba a sentir eso por la de Pamplona.

-Ya te gustaría a ti.- Apartó la mirada y le dio un largo trago a la copa que llevaba en la mano.

-Yo por lo menos no lo niego, rubia.- Se acercó de nuevo hasta que Alba no pudo retroceder más por tener la mesa detrás.- Pero supongo que no estás preparada para esta conversación.- Le guiñó el ojo a la vez que le sonreía con suficiencia.

-Natalia.- La llamó una de las compañeras del bar.- ¿Cómo estás?- Colocó su mano en el hombro de la más alta cuando esta se giró para saludar también.

Alba se quedó ahí, apartada de la conversación. Ninguna de las dos había hecho el intento de integrarla en el diálogo que intercambiaban. Se fijó entonces en el lenguaje corporal de ambas. Y necesitó servirse otra copa al notar el claro tonteo que había. No soportaba saber que Natalia era igual con ella que con el resto.

Se dio cuenta de que no buscaba nada con ella. No al menos algo más allá que sexo.

Y le dio asco.

Volvió a pensar en la niñata que era.

Y necesitó otra copa.

Y cuanto más pasaba la tarde, más se daba cuenta de que Natalia no hacía otra cosa que ligar con cualquiera de sus compañeras.

Porque le daba igual todo si al final de la noche tenía a alguna en su cama. O eso pensaba la rubia.

No era pronto cuando decidió irse a su casa debido al alcohol que había ingerido. Pero tampoco era tarde. Se despidió de su hermana que, en ese momento y para desgracia para la mayor de las Reche, estaba hablando con Natalia. No hizo ni siquiera el esfuerzo de sonreírle. Y la morena se fijó en el dolor que desprendían sus ojos. Se sintió mal. Pero ella tampoco podía hacer nada si era Alba la que no quería dar el primer paso. Porque era la valenciana la que tenía pareja, no ella.

Se quitó el vestido para ponerse una camiseta como pijama. Se desmaquilló tranquilamente, se lavó los dientes, y se metió en la cama. Dio vueltas y vueltas hasta que, finalmente, cogió el móvil para mandarle un mensaje a Julia. No podía seguir así. No podía seguir con una persona que no le acababa de llenar como pareja. Con la que, por mucho que se sintiera bien, no llegaba a encajar del todo en ese aspecto.

Se sintió mal por hacerlo por WhatsApp, pero no quería seguir engañándose a sí misma, ni tampoco a Julia. Le dijo que quedarían para hablar, que le respondería las preguntas que ella quisiera, pero que no podía seguir con una relación con ella si, en realidad, no hacía más que pensar en otra persona.

Se arrepentiría al día siguiente y lo sabía, pero también agradeció la valentía que le había dado el alcohol.

Se despertó al día siguiente con dolor de cabeza. No le costó demasiado levantarse debido a la necesidad de meterse alguna pastilla en el cuerpo. Pero antes de nada, revisó su móvil al acordarse de lo último que había hecho antes de dormirse. Bufó recriminándose a sí misma ser tan cobarde de no haberse atrevido a decírselo a la cara, pero asumió las consecuencias. Por suerte para ella, Julia no lo había visto todavía.

Iba por el pasillo cuando escuchó ruido en la cocina y agradeció internamente que su hermana estuviera despierta porque lo primero que hacía era café. Necesitaba aquella bebida casi tanto como la pastilla.

-Buenos...- Se quedó callada al ver a la última persona que quería cerca en esos momentos.

-¿Alba?- Boqueó nerviosa. ¿Qué hacía ella en casa de Marina? Echó un rápido vistazo al cuerpo de la rubia. Era imposible no hacerlo cuando había entrado en la cocina con una camiseta que apenas le tapaba. Desvió la mirada cuando, por culpa de la galleta que cayó en el vaso de leche que estaba tomando, le salpicaron varias gotitas en la cara.

-¿Qué coño haces tú aquí?- Frunció el ceño. ¿Iría demasiado borracha y su hermana decidió llevarla a casa? ¿Dónde había dormido?

-Buenos días.- Saludó entonces Marina.- Uy, si estáis las dos despiertas.- Abrazó a su hermana que, al ver cómo la menor de las Reche saludaba a Natalia con un beso en el cuello, comenzó a entender aquella situación.

-Estás de coña.- No pudo evitar decir después de un largo y profundo suspiro. Vale que tenía claro que Natalia iba a acabar con alguna esa noche, y por mucho que le jodiese no podía hacer nada, ¿pero con su hermana?

-¿Es tu hermana?- Preguntó Natalia con un hilito de voz. Marina asintió cuando se sentó en la mesa con las otras dos para empezar a desayunar.

-Os conocisteis ayer, ¿no?

-Bueno, en realidad...- Empezó a explicar Natalia. Alba solo pudo cerrar los ojos. Su hermana iba a acabar atando cabos.- Soy socorrista en la piscina a la que van lunes y viernes.

-¿Qué?- Murmuró Marina mirando a su hermana. No se quitaban la mirada. La tensión era más que notable en aquella cocina.

Marina quiso explicarle enseguida a Alba que no sabía que era ella. Que había sido cosa de una noche y que no tenía absolutamente nada con Natalia.

Alba intentó tranquilizarse. No podía enfadarse con ninguna de las dos y lo sabía. Pero solo de pensar que Natalia y su hermana se habían acostado, se le revolvía el estómago.

Natalia, por su parte, las miraba a los dos completamente nerviosa. Se había hecho pequeñita al darse cuenta de que había ido a parar a la cama de la hermana de la chica que le gustaba. Menuda cagada. Sabía lo que Alba seguramente pensaba de ella, y con aquello solo se lo confirmó.

-Yo voy.- Se levantó Alba cuando escuchó el timbre. Necesitaba salir de allí.

Corrió a ponerse un pantalón corto antes de abrir la puerta y, cuando lo hizo, creyó pensar que prefería estar en la cocina que en la entrada de su casa con Julia frente a ella.

-¿Julia?- Murmuró.- ¿Qué haces aquí?

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora