Capítulo 17

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-¡Natalia!- La encaró cuando, a la tercera, la morena seguía sin hacerle caso.- ¡Para de una vez, tía!- Tuvo que reírse, sin embargo, cuando la vio con los mofletes inflados por todas las palomitas que se había metido en la boca de golpe.

Cesó, entonces, de hacerle la puñeta a Alba, pero frunció el ceño cuando se dio cuenta del término que utilizó la rubia.

-Que pares de llamarme así.- Consiguió decir cuando tragó las palomitas.- Que así llamas a la Mari, joder.

-A la Mari le llamo “mi amor”.- Sonrió inocente.- A casi todo el mundo, en realidad.

-Ah, muy bonito eso.- Se cruzó de brazos mientras veía cómo su casi novia terminaba de cortar la pizza.- O sea que a mí,- se señaló con el dedo cuando enfatizó la última palabra- que me comes la boca, por cierto, me llamas “tía”, y al resto del mundo le llamas “mi amor”.- Asintió repetidas veces mirándola con incredulidad.

-Ay, Nat, que no es para tanto.- Se rió ante la cara que puso mientras se dirigía a la habitación de la más alta.- ¿Tanto te molesta?

-No es que me moleste, pero jo, Albi.- Puso un puchero cuando se dejó caer en la cama una vez dejó las palomitas y la pizza en la mesita de noche.

-¿Qué peli quieres ver?- Cambió el tema, no sin antes dejar un beso en sus labios para que dejara de poner pucheritos.- Te dejo que la elijas tú, venga.

-No se me olvida que me has llamado “tía”, que lo sepas.- Advirtió con un orgullo fingido a la vez que cogía el ordenador para buscar alguna película.

-Eres una dramas, cariño.

-Irisi ini drimis, ciriñi.- Le sacó la lengua.

Terminaron viendo una película a la que solo prestaron atención los primeros diez minutos. Fue Alba la que terminó prefiriendo prestar atención al abdomen de Natalia, pues se le había subido un poco la camiseta cuando fue a coger palomitas y ya no pudo centrarse en otra cosa.

-Albi, la peli.- Soltó una risilla cuando notó los labios de la otra en su cuello.

-Es que me puedes.- Se justificó, como si aquello fuera razón suficiente.

-Pero me apetece ver la peli.- Mintió solo para picarla.

-Está bien.- Bufó, sabiendo que si aquello era verdad, no debía intentar nada por mucho que a ella le apeteciese. Pero fue entonces cuando sintió la mano tatuada de Natalia sobre su muslo, completamente desnudo por no llevar pantalón.- Nat.- Musitó.- No me seas zorra, por favor te lo pido.

-Oye, qué insulto más gratuito, ¿no?- Se rió por lo inesperado que le había resultado.

-Te lo mereces.- Se encogió de hombros indiferente.

-Eres una picada, rubia.- Alzó una ceja y giró un poco su cuerpo para poder mirarla de frente con una sonrisa divertida.

-No te pases conmigo, Lacunza.- La amenazó elevando su dedo índice.

-¿O qué?- Se acercó hasta dejar sus labios a centímetros de los de la otra.

-¿Te he dicho alguna vez lo cachonda que me pones cuando te pones chula?- Respondió, sin embargo, mientras atrapaba su labio inferior entre sus dientes. 

Justo cuando Natalia iba a acortar la distancia que ya les quemaba a ambas, escucharon un leve carraspeo desde la puerta. Se separaron de golpe y miraron hacia la puerta, encontrándose con cuatro pares de ojos reflejando sorpresa y, dos de ellos, diversión. 

-¿Mamá?- Boqueó la morena.- ¿Papá?

-No jodas.- Musitó Alba, notando cómo se sonrojaba.

-Sorpresa.- Habló Mikel el primero.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora