Capítulo 20

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-No puede ser que tardes tantísimo, Alba.- Se quejó la morena después de quince minutos esperando sentada en el sofá.- Si es que te has levantado media hora antes que yo.

-Ay, Nat, que tampoco tenemos prisa.- Contestó desde la habitación.

-¿Pero cómo que no?- Gesticuló de más aunque la otra no la viese.- Hemos quedado en media hora y tardamos precisamente media hora en llegar.

-Menos quejas y ayúdame.- Entró al salón con el pantalón puesto pero sin la camiseta aún, pues no era capaz de atarse ella sola la parte de al lado del bikini.- Que no puedo.

-Claro.- Musitó sin llegar a moverse ni un poquito, completamente embobada.

-¡Nat!- Se rió Alba y se acercó a ella con una sonrisa.- ¿Tanto te gusta lo que ves que ni reaccionas?- Susurró sobre sus labios.

-Es que...- La miró a los ojos, mordiéndose el labio dubitativa.- Me gustas muchísimo, Albi.- Terminó diciendo, con tanta verdad en sus palabras que pilló desprevenida a la más bajita.

-Nat.- Consiguió decir tras unos segundos.

-Perdón.- Tragó saliva, girándola en el sitio y atándole la prenda.- ¿Voy cogiendo bebidas y cosas?

-No hace falta, ayer la Mari me dijo que pasaríamos antes a comprarlo todo.

Consiguieron llegar a la hora acordada aún no sabían ni cómo. Se metieron en el coche de María, que era el más grande de todos y, tras discutir quién se ponía detrás con las moñas, arrancaron para poder llegar cuanto antes a un río que había cerca de la ciudad.

-A la vuelta me pido delante, Marta.- Julia, que se había sentado detrás, no tardó ni cinco minutos en quejarse.

-Tía, que acabamos de arrancar, ¿eh?- Respondió Marta.

-Marta, es que me has dejado a mí, aquí, con estas dos. Te recuerdo que estuve saliendo con Alba, ¿es que no piensas en lo que me duele verlas así?- Dramatizó, pues fue la primera en alegrarse cuando se enteró de que por fin habían decidido dar el paso de estar juntas.

-Tienes más cara que espalda.- Se rió Alba al escucharla, acurrucándose un poquito más en Natalia.

-¿Pero las estáis viendo?- Lloriqueó.- Sigo sin saber por qué no podía venir Carlos.

-Porque dijimos "salida de chicas".- Recordó María sin desviar la vista de la carretera.- Y déjalas, que la jirafa esta se nos va dentro de nada y tienen que aprovechar.

No tardaron mucho más de una hora en llegar hasta un pequeño descampado donde aparcarían el coche para ir andando hasta la zona de baño.

Los quince minutos que tuvieron que ir a pie se les hizo un mundo, no porque fuera muy pesado sino porque María, mucho menos acostumbrada a pasear por la montaña y con calor, tenía que parar cada cinco pasos. Entre una casi echando el pulmón por la boca, Julia y Marta discutiendo con ella por lo lenta que iba, y las otras dos restantes siendo unas empalagosas, eran, en definitiva, un cuadro en mitad de aquel caminito de piedras.

Colocaron un pareo de playa grande en el suelo para poder dejar las cosas y sentarse sin mancharse de tierra. María ni siquiera se molestó en ayudarlas a sacar las cosas, alegando que ella ya había hecho suficiente llevándolas en coche. Marta y Julia, por su parte, disimularon -bastante mal en realidad-, y siguieron a María hasta el agua.

-¿Me pones crema, Nat?- Se acercó con el bote una vez lo dejaron todo en orden.

-Sí, claro.- Cogió el bote y se colocó tras ella para empezar a extenderle la crema por la espalda.

La canción del verano.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora