Beth. Capítulo 13

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Abro los ojos pero el lugar está oscuro, así que me cuesta distinguir lo que hay a mi alrededor. Parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz y me doy cuenta de que estoy en cuclillas. Como ya tengo el control, cosa que cada vez sucede más rápido, me enderezo porque mis rodillas están entumecidas y me empiezan a doler, pero alguien a mi lado me tira del brazo hacia abajo.

—¿Estás loca? ¿Quieres que te maten? ¡Agáchate! —Su tono de voz es bajo, casi un susurro pero aun así suena amenazante.

Obedezco y mientras permanezco agachada, trato de evaluar la situación. Me miro la ropa, llevo pantalones y camiseta oscuros y lo que parecen unas cómodas botas de monte. Al levantar la vista me asusto, ya que en mi mano derecha tengo una pistola. Sin pensarlo, la suelto, como si me hubiera dado una descarga eléctrica.

Al golpear el suelo hace más ruido del que me imaginaba y mi compañero de escondite me lanza una mirada asesina. La recoge y me la ofrece.

—Que no se te vuelva a caer, ya sabes lo difícil que es conseguir armas.

La cojo con miedo y creo que él ha notado el temblor de mi mano, aunque no dice nada al respecto.

La miro. No me siento cómoda con ella. ¡No sé qué hacer con ella! Y casi lo prefiero, la vaga idea de disparar a alguien hace que me entren náuseas.

"Respira".

Miro a mi alrededor para centrarme en otra cosa que no sea la pistola que me quema en la mano. Parece que estamos en un almacén. El chico y yo estamos parapetados detrás de unas cajas de madera. De pronto, un aluvión de imágenes golpea mi cerebro, pero he pasado por esta situación tantas veces que ya que sé cómo gestionarlo para no sobrecargarme. Sólo tengo que prestar atención a otra cosa mientras mi mente se estabiliza. Decido estudiar al chico que está a mi lado. Lleva ropa muy parecida a la mía, pero a él le queda mejor porque tiene pinta de bruto. Para completar el look de matón, lleva una escopeta de repetición, o eso creo. Da miedo sólo con verle.

Ahora que el aluvión de recuerdos ha acabado, busco entre ellos a Dani y enseguida aparece, de bebé, cuando comenzó a andar, sus primeras palabras, sus cumpleaños... y en todos esos recuerdos también está Beth. "Mi hermana". Noto un pinchazo en el pecho y freno los recuerdos. No es un buen momento para ver más, es algo íntimo y esperaré a tener un momento de soledad para pensar en ello. Me basta con saber que por fin estoy en la realidad correcta y podré averiguar qué está pasando.

Oigo ruido a nuestras espaldas y el instinto me hace levantar el arma. Pero se trata de más de los nuestros. Un hombre de mediana edad se dirige al chico.

—Albert, ya hemos cargado los camiones. Vamos.

Les sigo como puedo, sin luz voy dando traspiés, pero aún es peor al salir del almacén ya que la claridad del día me deslumbra.

—Rápido, no falta mucho para que empiece a anochecer. Además dentro de unos minutos una patrulla hará la ronda por esta zona.

Estamos en un callejón y al fondo hay dos camiones militares con la parte trasera de lona. Hay varias personas reunidas y entre ellas distingo a David. Él me ve al instante y me hace un leve gesto con la cabeza. Me acerco hasta ponerme a su lado y nos dividen en dos grupos para montar en los camiones. Nos subimos al mismo y nos sentamos en el suelo entre sacos y cajas de lo que parece comida y artículos de primera necesidad. El hombre mayor se asoma por la abertura de la lona y nos comenta con gesto serio:

—Estad preparados para disparar, es más tarde de lo previsto y seguro que nos encontramos con ellos.

El camión arranca y yo tengo un nudo en la garganta al pensar que puedan atacarnos.

Árboles de ceniza - Completa  (Ya a la venta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora