Capítulo 31

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Cuando llegamos al pueblo parece desierto y rezo para que no les haya pasado nada. Para nuestro alivio, al llegar a la plaza, muchos de los vecinos salen del bar donde parece que estaban reunidos.

—¡Son ellos! —grita una voz aunque no sabría decir a quién pertenece.

Comienzo a ver caras conocidas y bajo del camión buscando entre la gente a mis padres.

—Ari, ¡Ari! —La voz de mi madre destaca por encima de los saludos y felicitaciones de cuantos me rodean.

Finalmente consigo llegar hasta ellos y les abrazo con lágrimas en los ojos.

—No sabéis cuánto me alegro de veros. —Estoy llorando de felicidad y ellos también están emocionados.

—Ari, ¿estás bien? —pregunta mi padre—. Estábamos tan preocupados... Vinieron agentes, ¡no sabíamos qué pasaba!

—Todo ha salido bien. Tengo muchas cosas que contaros...

Con el alboroto no me he dado cuenta de que los autobuses ya han llegado y la mayoría de vecinos se quedan estupefactos al ver cuanta gente viene con nosotros.

—Esperad aquí. —Me miran extrañados—. Ahora mismo vuelvo.

Atravieso la multitud para llegar al autobús donde están Agnes y Dani. Sin dudarlo, cojo a este en brazos y a Agnes de la mano y la arrastro conmigo. Esta vez la gente nos hace hueco y tardo bastante menos en llegar de nuevo hasta ellos. Mi madre me mira y después se fija en el pequeño que llevo en brazos.

—Dani, ¡Dios mío! Dani... —Lo abraza fuerte, acunándolo, besándolo, acariciándole el pelo— mi niño.

Mi padre se suma al abrazo y ambos lloran de alegría.

Estoy eufórica porque haber podido darles un regalo como este, hace que haya merecido la pena pasar por todo esto.

Agnes también está emocionada y espero a que estén un poco más calmados todos antes de presentarles.

—Esta es Agnes. Ha cuidado de Dani todo este tiempo.

—Oh, Agnes, gracias, ¡gracias! —Mi madre la abraza con fuerza—. ¿Cómo podremos agradecerte lo que has hecho?

—Hay una forma —respondo—. Para él es su madre, así que espero que le podamos hacer un hueco en casa.

—Sí, claro. —Mi padre no deja de mirar a Dani. Parece que no termina de creérselo—. Ahora formas parte de la familia.

Me alegro de que estén dispuestos a aceptarla.

—Ari, —Anna me coge del brazo— ya han llegado los otros dos camiones y Mathias quiere hablar con el grupo para empezar a organizarlo todo.

—Vale —Miro a mi familia—, tengo que ir a la reunión. Luego os busco.

—Espera, —Mi padre se acerca— yo también quiero estar presente.

Vamos a la escuela y al entrar, me encuentro con gente del pueblo esperándonos, me sorprende ver cuántas personas quieren escucharnos. Me acerco a la primera fila y saludo a Gabriel, Set, Elías y Simón que acaban de llegar. Nos pasamos la primera hora y media explicando lo que ha ocurrido durante estas dos semanas. No entramos en detalles, sobre todo en lo que a Cesar se refiere porque no me parece que aporte nada hablar de él. Muchos murmuran al oírnos relatar los hechos y entiendo que les tiene que parecer ciencia ficción.

—Las cosas están así —sentencia Mathias—, os habéis saltado las normas y el plan que se os había impuesto y está claro que habéis cabreado a los dirigentes de las urbes que ahora os están buscando a conciencia. Además habéis sacado a más habitantes de la ciudad de lo acordado. Un autobús no hubiera llamado tanto la atención, ¡pero dos!... ¿En qué estabais pensando?

Árboles de ceniza - Completa  (Ya a la venta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora