Mientras salgo del comedor miro mi reloj y veo que son casi las diez. "No voy a llegar a tiempo". Echo a correr pero la verja parece estar a kilómetros de distancia. Aun así consigo llegar justo cuando se acerca el autobús. Hay varios chicos esperando para cogerlo y entre ellos distingo a David con gesto de preocupación.
—Hola, por fin llegas. Pensaba que te habías quedado dormida.
—Lo siento, me he entretenido —digo intentando recuperar el aliento.
Subimos al autobús y nos sentamos al fondo, alejados del resto. David me mira sin disimulo.
—Estás muy guapa con ese vestido. Te favorece.
Noto que enrojezco mientras le doy las gracias. Me fijo en él y también está muy guapo. Como siempre. Lleva un polo verde claro a juego con sus ojos y unos vaqueros grises.
—Bueno, ¿qué has planeado para hoy?
—A ver, no es definitivo. Si alguna de las cosas no te apetece podemos cambiar, no estás obligada a nada.
No puedo evitar sonreír.
—Primero iremos al museo a ver una exposición. Después a comer a un restaurante italiano que conozco y por la tarde nos podemos acercar a un parque que hay en el centro.
—Has pensado en todo.
Miro por la ventana y veo que ya estamos a las afueras de la ciudad. No es muy grande comparando con otras y además conserva gran parte de sus edificios antiguos, perfectamente restaurados. "Me encantan las ciudades así".
Hace unos años se la nombró la mejor ciudad del país por su nivel cultural, su tecnología e infraestructuras de vanguardia, y sobre todo por sus grandes zonas verdes.
—Es una maravilla una ciudad como está rodeada de montañas... y el mar tan cerca. Qué más se puede pedir. Es perfecta.
David asiente sonriendo. Nos bajamos en la tercera parada, justo en el centro de la ciudad y me guía a la entrada de un edificio antiguo que está conectado a otro más moderno por unas pasarelas. Debe ser el museo. Nos pasamos las dos siguientes horas paseando por sus infinitos pasillos, entrando a todas y cada una de sus salas. Me asombra descubrir lo mucho que sabe de arte y se nota que le entusiasma estar allí.
Cuando ya creemos haberlo recorrido entero decidimos salir. Mientras caminamos por las calles hacia el restaurante no puedo evitar preguntarle cómo sabe tanto de arte.
—Mi madre estudió historia del arte. Trabaja en una pequeña galería. —Se le dibuja una sonrisa en el rostro al hablar de ella—. Siempre nos ha llevado a museos y desde pequeño, me gustaba ojear sus libros de arte. Cuando algo te apasiona es fácil contagiar a los demás y eso le ocurre a ella. Hace que quieras saber más.
—Me encantaría conocerla. —Lo he dicho sin pensar.
—Mis padres dijeron que igual se acercaban a visitarme mientras estuviera aquí. Si vienen te los presentaré. Seguro que les gustas.
"Seguro que no". No se me dan nada bien esas situaciones. Me pongo nerviosa y parezco tonta.
Estamos paseando por la avenida principal, está llena de gente haciendo compras y no me extraña porque está llena de tiendas de todo tipo.
Giramos en la siguiente calle y no puedo evitar detenerme de golpe. Mi parada ha sido tan brusca, que a David no le ha pasado desapercibida, pero mi sorpresa ha sido demasiado grande para poder disimular. Conozco esa calle. La conozco, sin embargo nunca he estado en ella. Me fijo en que a mi izquierda está la estación de tren a la que llegué, pero cuando salí de ella apenas estuve unos minutos y en ningún momento miré en la dirección en la que lo estoy haciendo ahora. Estoy convencida.
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Árboles de ceniza - Completa (Ya a la venta)
Science-Fiction*Disfruta de esta historia completamente gratis*. Distopía? ¿Ucronía? ¿Multiverso? Ari, una chica de diecisiete años llega a la ciudad dispuesta a pasar los dos meses de verano realizando un curso preuniversitario sobre "El sueño". En esa academia...