Capítulo II

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Hay destinos que vienen disfrazados de casualidades. 


Candy regresaba a la mesa con Daniel, sus estornudos habían desaparecido casi por completo. Sin embargo, una extraña sensación recorría su cuerpo. Sentía un fuego fluir por sus venas, le empezaba a costar mantener la estabilidad y sus párpados comenzaban a pesar.

—¿Ya te sientes mejor Candy? —preguntó Daniel al verla llegar, se puso de pie y caballerosamente le ayudó a sentarse.

—Sí, un poco. Ya mi tos desapareció, pero me siento algo extraña.

—¿Cómo así? ¿Qué sientes?

—No lo sé, es como un mareo, yo... nunca me había sentido así.

—¡Cielos Candy! Me estás preocupando ¿quieres que te lleve al hospital?

—¡No! No hace falta. Tampoco creo que sea grave, lo mejor será que me vaya a mi habitación a descansar.

—¿Estás segura?

—Sí. —respondió con una débil pero cálida sonrisa, trataba de mostrar seguridad.

—Está bien, será como tú digas. —levantó su mano derecha como señal para llamar la atención del mesero y cuando éste se acercó pidió—. La cuenta por favor y un vaso de agua para la señorita. —Una vez cancelada la cuenta, acompañó a Candy hasta su habitación y se despidió. Se quedó parado frente a la puerta un instante, miró el número de la habitación y se extrañó. Podía haber jurado que era la 2006, pero ahora ¿por qué decía 2009?, al final concluyó que sólo se había confundido, una llave no podría abrir puertas distintas y estaba seguro que la ubicación era la misma de siempre. Restó importancia y se marchó sin percatarse de que segundos antes la llave de Candy había caído en el suelo del pasillo junto a la puerta de su habitación.


George se quedó en chicago para acompañar a Amber por petición del Will. Se encontraban en el aeropuerto internacional Chicago-O'Hare, esperaban la salida del vuelo que los llevaría a Grecia. Amber recibió una extraña llamada, dudaba en contestar. George al ver la expresión de ella, decidió adelantarse y darle espacio para que pudiera contestar y hablar libremente.

—¡Hola Jhon! —saludó— ¿qué? —no podía creer lo que oía.

—Cambiamos de opinión, queremos que seas tú la cirujana a cargo del caso Spencer. Lo consideramos mejor y creemos que estás preparada. Vamos a darte este voto de confianza, pero debes apresurarte y volver a Ciudad del Cabo. —comentó el hombre al otro lado del teléfono.

Amber se quedó sin palabras.  Dentro de ella se desató una guerra, no sabía qué decisión tomar.

William se encontraba en la mesa que había reservado, esa noche cenaría solo. Amber aún no había llegado a la isla. Tomó un sorbo de la copa que encontró en la mesa cuando llegó, tenía una nota que decía ser cortesía de hotel. Ordenó algo ligero para cenar y una vez hubo terminado pidió su cuenta. Mientras leía la factura, vio como los números escritos en ésta se tornaban borrosos y hasta parecían moverse de un lado al otro. Apretó los párpados y negó con la cabeza buscando aclararse un poco, sin embargo, tal acto fue inútil porque el mareo comenzaba a intensificarse.

—¿Se encuentra bien señor? —preguntó el mesero al verlo.

—Eh... solo estoy algo mareado, por favor cobre aquí. —le extendió una tarjeta de crédito.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora