Capítulo XVI

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"La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida"

Vinicius de Moraes




El rubio caminaba con cierta parsimonia, llevaba la mirada fija en el suelo y las manos dentro de los bolsillos de su abrigo. La vagancia de sus pasos fue interrumpida cuando una precipitación de copos de nieve empezó a descender. Levantó la mirada y extendió la palma de su mano, los pequeños cristales de hielo se acumularon sobre su guante oscuro. Observó cómo las personas a su alrededor apresuraban el paso tratando de huir de la fuerte nevada que se avecinaba. Cuando William paseó su mirada por el lugar la vió, ahí estaba ella. Candy estaba parada cerca del semáforo—. Creo que de verdad me estoy volviendo loco—. Dijo el hombre creyendo que se trataba de una alucinación. Cayó en cuenta de que la presencia de Candy era una realidad cuando la vió acercarse. Candy dió pasos lentos y seguros. Su corazón se llenó de odio y amargura. No entendía por qué el destino la seguía torturando de esa manera, ¿por qué tenía que seguir encontrándose con él?

—Nos... nos encontramos de nuevo. —habló William cuando la tuvo enfrente. Ella no dejaba de mirarlo, sin embargo, era una mirada diferente, una que nunca había visto en ella.

—¿Por qué estás aquí? —preguntó Candy fulminándolo con sus verdes ojos.

William notó enojo en su voz—. ¿Por qué me preguntas eso?, soy un ciudadano más caminando libremente.

Candy rió con sarcasmo—. No te creo, ¿precisamente un día como hoy decides caminar libremente por este lugar? —la nieve comenzó a caer con más intensidad.

—¿Por qué estás tan enojada?

—No tienes necesidad de venir aquí.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Sabes qué día es hoy, ¿y vienes a aquí a qué?, ¿a tratar de fingir pena? —preguntó tratando de entenderlo.

Las palabras de Candy fueron un puñal para él—. ¿fingir pena? —no podía creer lo que ella insinuaba—. ¿Crees que intentó fingir pena al venir aquí?, te recuerdo que también era mi hijo, vengo cada maldito mes a este lugar porque no lo puedo superar, no puedo evitar que me siga doliendo. —elevó un poco la voz, su aliento se hacía visible al condensarse con el aire frío.

—Y yo te recuerdo que tú renunciaste al niño. —igualó el tono de él— ¿ O acaso olvidas que me cediste toda la custodia?

—Sé lo que dije y sé lo que hice, pero eso no cambia mis sentimientos. No soy un hombre indolente, ¿Crees que he vivido felizmente estos últimos años sabiendo lo que provoqué por mis miedos?

—Pero aún así nada de eso traerá a mi hijo de vuelta, y nada cambiará lo ocurrido entre nosotros. Así que deja de autoflagelarte con tus acciones. —se acercó y lo enfrentó—. Olvidalo todo, William, no sigas desempolvando tanto sufrimiento. —retomó su marcha pasando por el lado él y se alejó del lugar.

La residencia de las White estaba solitaria cuando Candy llegó. La rubia entró casi congelada a causa de la nevada. Se quitó la bufanda y el abrigo y los colgó en el vestíbulo. Prendió las luces y caminó hasta la cocina, necesitaba una bebida caliente o moría de frío. Encendió la cafetera, tomó una tasa del estante superior y la puso sobre el mostrador. Mientras esperaba a que el café se calentara pensó en la discusión que había tenido hace minutos atrás con William. Lágrimas bañaron su rostro. Cuando el café estuvo caliente vertió un poco en la taza, "vengo cada maldito mes a este lugar porque no lo puedo superar", la voz de él hacía eco en su mente. Su interior se llenó de tanta rabia y frustración que arrojó la taza provocando que se estrellara en la pared con todo y su contenido. Se agachó, recostó la espalda en el mesón y abrazó sus piernas—. ¿por qué no te puedo olvidar?, ¿por qué no te puedo dejar de amar? —decía entre sollozos y se dejó ir en el llanto puro y amargo.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora