Capítulo V

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Empezó a ver la ternura en ella, pero no sabía que emprendía un viaje sin retorno.




Candy llegaba a la mansión Andrew, admiraba la imponente fachada, poseía una arquitectura clásica europea con columnas que se erguían cual templo griego y grandes ventanales. Jamás se imaginó que llegaría a vivir es un lugar así, la majestuosidad de aquella residencia le intimidó un poco. George se acercaba con sus maletas, el hombre se encargó de ir a recogerla, a Candy le extrañó que William no fuese con él, pero su hombre de confianza le explicó que el rubio tenía asuntos urgentes de la empresa que requerían su presencia. Ambos subieron la escalinata que llevaba a la puerta principal, George tocó la aldaba que tenía la forma del emblema de los andrew, una de las criadas abrió y pidió que pasaran al salón principal.

—¡Mi niña! —exclamó Elroy con emoción al ver a Candy cruzar la puerta—. Por fin has llegado —se acercó y le dió un cálido abrazo de bienvenida—. Al fin estás aquí, no sabes cuanto te he esperado.

—Gracias señ... —la matriarca la interrumpió.

—Nada de señora Andrew, ya te dije que me llames abuela.

—Candy se sonrojó y dijo con timidez—. Gracias abuela, me da gusto verla. —se sintió extraña pero le agradó, no puedo conocer a sus abuelos ya que murieron cuando aún era una bebe, siempre quiso saber qué se sentía tener uno, y ahora tenía una abuela política.

—¡Ay! pero que linda eres. —la ternura de la ojiverde la conmovió. —así está mucho mejor, me siento más cercana a ti cuando me dices abuela.

Elroy Andrew llevó a Candy a conocer su habitación, en el trayecto le enseñó algunos lugares de la mansión, era tan grande que no podía darle un recorrido completo, ya que a su edad sus piernas no se lo permitían. Luego le pediría a Will que lo hiciera.

Entra querida. —pidió dirigiéndose a la recién llegada cuando entraron en la habitación—. Este es el recibidor ¿qué tal? —miró y se complació con la mirada brillante de su nueva nieta—. Este es el vestidor. —caminó y señaló el lugar, luego dió unos pasos más hasta llegar frente a una enorme cama—. Y por último este es el dormitorio. Candy quedó embelesada, todo estaba hermosamente limpio y decorado, esa habitación podría ser la mitad de su casa en Rogers Park, paseó su mirada por el lugar observando los detalles cuando se topó con una fotografía puesta sobre la chimenea junto con otros ornamentos lujosos, era una foto del Will y ella el día de la boda. Verla ahí, en su habitación de casados le provocó una extraña sensación, algo en su estómago comenzó a provocarle cosquillas.

Horas más tarde toda la familia se reunió para la cena, la matriarca pidió que todos procuraran estar presentes para darle la bienvenida a Candy. La pecosa chica se cambió y se puso un modesto pero elegante vestido color gris plomo, se suponía que debía esperar a William para bajar juntos al comedor, pero al ver que él no llegaba se dispuso a bajar ella sola, quizá él llegaría más tarde, bajaba con cuidado la gran escalera y en el camino se topó con su esposo, el rubio acabada de llegar y subía con prisa, detuvo sus pasos al ver a Candy descender.

—¡Hola! —saludó la ojiverde.

—Hola, siento no haber ido a buscarte junto con George. —él trató de ser amable a pesar del mal humor que le dejaron los hechos de ese día.

—Tranquilo, comprendo, George me dijo que tenías muchos compromisos hoy. —Candy notó la frialdad en el tono de él. Se sintió mal, pensó que quizás se debía a la presencia de ella, supuso que a él no le agradaba la idea de vivir juntos y compartir habitación.

DESTINADO A TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora